lunes, 8 de septiembre de 2014

Síndrome de Fatiga Informativa

Vivimos, según Byung-Chul Han, en la sociedad del rendimiento que conduce a la sociedad del cansancio. El ser humano es puesto ante la necesidad de producir más, generar más, obtener más, tener más, siempre más y más, sin tener una meta final definida, pues siempre podrá dar un poco más de sí para obtener un mayor rendimiento. Las empresas ponen objetivos de rendimiento y el que no los cumple tiene serios problemas. Me comentan, por ejemplo, que en una gran cadena comercial de supermercados, las cajeras, pues son mujeres en su inmensa mayoría (quizás por el nombre de la cadena), deben atender a un número determinado de clientes por hora, independientemente de la cantidad de compra que lleve cada cliente. Esta política empresarial ha producido en los últimos tiempos que cada vez sea menor el tiempo dedicado a hablar con los clientes y, claro, el grado de simpatía disminuye, pues debe rendir tanto como marca el objetivo empresarial, de lo contrario tendrá problemas con los jefes. Este rendimiento tasado lleva, inevitablemente, al cansancio y al estrés laboral. De la misma manera, en el resto de la sociedad sucede lo mismo.

Si pasamos del ámbito laboral al personal, vemos cómo, desde los medios de comunicación y desde la misma escuela, se presiona a los jóvenes para rendir más, para dar una imagen de rendimiento y productividad: el gimnasio para tener un buen aspecto físico, el inglés para mejorar el currículo, las clases de baile para no dar la nota en las fiestas, el yoga para relajar el cuerpo y "encontrarse con uno mismo", las clases aceleradas de cocina y los cursos intensivos de enología. Todo está programado para incrementar las competencias personales, sociales y laborales, de modo que la empleabilidad y la socialidad de las personas aumente de forma exponencial. Todo esto es muy cansado y el ser humano acaba por resentirse. En la sociedad de consumo de sí mismo, el hombre acaba por ser un producto más de consumo, él mismo es el producto; acaba agotado, estresado y con una enorme sensación de vacío y nihilidad. Se trata del hombre lleno de nada, pues no está vacío simplemente, está lleno, está colmatado de cosas y cosas que lo llenan de una nada apabullante.


De los muchos síndromes que sufre el hombre de la sociedad actual, el que más impacta en nuestro modo de vida es el Síndrome de Fatiga Informativa (IFS pos sus siglas en inglés). En 1966, David lewis lo definió como la fatiga o cansancio que produce manejar excesivas cantidades de datos, y que suele ir acompañada de síntomas como dolor de estómago, pérdidas de visión, dificultad para prestar atención y ansiedad. Esto en lo referente a los síntomas, pero lo que produce a nivel social es la incapacidad para el análisis y la crítica de la información. En la sociedad del rendimiento, la producción de información y su consumo son elementos vitales para sostener el entramado social. Una persona normal debe manejar cada vez más información, lo que le impide procesarla debidamente, analizarla y establecer filtros críticos para determinar su uso. La IFS produce, al final, una desconexión con el mundo, de modo que la información excesiva no hace mella en los miembros de la sociedad, sólo le afecta las emociones que suscita. Un ejemplo evidente de todo esto son las informaciones sobre los peligros que corre occidente con los yihadistas. El exceso de información, unido a la dureza de la misma, lleva a la sociedad a caer en el miedo irreflexivo y en dejarse llevar por las decisiones de los que gobiernan. 

En la sociedad del cansancio todo se ha convertido en una excusa para que los hombres desconfíen unos de otros; cada hombre es causa de escándalo para el resto, cada uno es la piedra de escándalo de los demás. La sociedad del rendimiento conduce a la sociedad del cansancio y ésta a la sociedad del escándalo.

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