viernes, 19 de febrero de 2016

Ética y Globalización neoliberal, un oxímoron.

En las Jornadas Nacionales de Justicia y Paz, "Ecología cristiana y ética social", a celebrar en Murcia entre el 8 y el 10 de abril de este año, se me ha invitado a dar una conferencia el día 9 a las 11:30 con el título "Globalización y ética social en perspectiva cristiana". De entrada tengo que decir que hablar de ética en esta globalización neoliberal no es sino un oxímoron, pues la globalización neoliberal se basa en la suspensión de cualquier principio ético, sea en el ámbito social o en el ámbito personal. Solo prevalece el principio del lucro a cualquier precio. Eso no quiere decir que no existan normas que siguen vigentes, pero una cosa es la ley y otra la ética. La ley puede o no seguir principios éticos, sean unos u otros, la ética no puede existir sin esos mismos principios. Por eso, en los 25 años de globalización, contados desde la desaparición de la Unión Soviética en 1991, ha habido un proceso de desmontaje del andamiaje legal que se construyó durante los cuarenta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, con el fin de evitar tanto las guerras como las crisis económicas. Cualquiera puede comprobar que el periodo de posguerra hasta 1990 apenas tuvo la crisis del petróleo del 73, provocada por la derogación del patrón oro decretada por Nixon en 1971, y poco más. En cuanto a las guerras tuvimos las correspondientes al enfrentamiento de bloques, pero eran guerras localizadas. Desde 1991 con la guerra de Yugoslavia hasta hoy, con la guerra de Siria, podemos contar los conflictos por decenas, pero lo más importante es que hemos entrado desde septiembre de 2001 en un estado de guerra permanente, guerra contra el terrorismo lo llaman, que no es más que una situación de guerra permanente para poner imponer un plan perfectamente pergeñado desde los años 90.

La globalización neoliberal es el instrumento del capitalismo tout court para imponer su agenda de enriquecimiento mundial frente al comunismo y a la socialdemocracia keynesiana. El capitalismo puro quería quitarse el yugo que el keynesianismo, las políticas socialdemócratas del estado de bienestar y la cultura alternativa le habían puesto en los años cincuenta, sesenta y setenta. La revolución conservadora, como se llamó en su tiempo, no era sino el intento por parte de las élites capitalistas de salvar la tasa de ganancia del capital que iba en caída desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La única manera era promover el mercado capitalista al mundo entero, y por tanto acabar con la URSS, y debilitar o eliminar el estado de bienestar impuesto en Occidente. Para lograr esto último había que romper las estructuras morales y legales que protegían el sistema vigente. Eso lo consiguieron con una política individualista impuesta a partir de los setenta y basada en el consumo como motor de la (des)construcción de lo humano. La tasa de ganancia se recupera mediante la reducción del factor trabajo, la reducción de los salarios. A cambio se da a los trabajadores la oportunidad de endeudarse para adquirir lo que el estado ya no les va a proporcionar y lo que su salario no le permite. Se cierra el círculo: consumo y deuda van de la mano. Cuanto más consumen las personas, más se endeudan y viceversa. El neoindividualismo ha entrado en las mentes de los pueblos y los ha poseído. A partir de ahí se debilitan los principios éticos en los que se sustenta lo humano y que eran los principios del estado de bienestar: solidaridad social, responsabilidad personal y moderación individual. 

La globalización neoliberal enucleó al hombre moderno, dando como resultado el hombre posmoderno, un ser huero, sin anhelo, atrapado en la rueda del consumismo, y cerrado a la transcendencia. La globalización necesita es ser al que casi no podemos llamar humano para existir. Un ser desocializado, sin preocupaciones más allá de la mera supervivencia de su consumo desaforado. Un ser mecánico que se deja llevar por los eslóganes fáciles que día a día le suministra la industria publicitaria. Este ser ya no necesita principios éticos, solo consignas y mandatos: "Diviértete, goza, sé feliz, consume, compra". Este ser ha sido construido poco a poco desde los años ochenta y ahora es el momento en el que más éxito ha tenido el proyecto. Pero, al no haber norma moral se necesitan normas legales que limiten las acciones egoístas de unos sobre otros. Se trata de un aparato legal que afecta a las acciones individuales, no a las corporativas. A nivel corporativo, desde los noventa, se ha desmontado el entramado legal que contenía las acciones de las compañías. Una de las leyes que más restringía la posibilidad de enriquecimiento rápido y especulativo era la ley Glass-steagall, de 1933, por la que se separaban los bancos de préstamos de los de inversión, para evitar otro 29. En 1999, tras ocho años de lobby y 300 millones de dólares gastados, los grupos financieros consiguieron que se derogara la ley. Ese fue el principio de lo que hoy vemos. Los bancos empezaron a generar una creatividad enorme para conseguir especular con instrumentos inverosímiles que llevaron a lo de las subprime en 2007. 

Hay otras muchas estructuras legales desmontadas, pero la que va a tener las peores consecuencias y las más duraderas es la firma del TTIP, el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Europa. Es un tratado que se está negociando casi en secreto y a cuyo contenido nadie ha tenido acceso, excepto algunos eurodiputados a los que se les permitió ver el documento bajo estrictas medidas de seguridad: no llevar móviles ni nada para grabar y verlo durante un tiempo muy limitado en un lugar cerrado y protegido. Se supone que esto va a abrir las puertas de la riqueza, pero la nocturnidad con la que lo protegen no dice nada bueno en su favor. Es de recordar que la implantación de un tratado similar entre EE.UU., Canada y México fue la espita para la irrupción del EZLN. Hoy no parece que estemos para revoluciones armadas, pero algo habrá que hacer, pues lo que sabemos de este tratado es que va a crear una instancia supranacional que arbitre los problemas entre las corporaciones y los estados, de modo que si una corporación entiende que una legislación nacional coarta su libertad de empresa, este país será denunciado y tendrá que cambiar la legislación. Esta cesión de soberanía, esta traición a la patria, la han cometido en España el PP, el PSOE y Ciudadanos, sin informar a la población, pues han votado a favor.

Hablar de ética en un mundo globalizado como el que vivimos es hablar de política y de transformación social, es hablar de revolución. La única manera para que exista una ética en un mundo como este es transformarlo, pues si la ética se restringe a los límites del egoísmo individual, no es ética, a menos que también haya afectado a nuestra comprensión de los grandes temas de la humanidad esta globalización neoliberal.

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