El último libro publicado con entrevistas al Papa Francisco nos ha dejado una joya sobre la corrupción: ¡La corrupción no puede ser perdonada! Y no puede ser perdonada porque el corrupto no se siente culpable, vive en una especie de burbuja propia en la que todo lo que hace es justo y legítimo. Se trata de un tema importante en el mundo actual, especialmente en
España por los numerosos e importantes casos de corrupción que están bajo
investigación policial o en juicio. Se trata de un tema tan antiguo como el
nacimiento de los sistemas de gobierno hace 5000 años. Cuando los hombres se organizan para vivir en sociedades complejas, es
habitual que algunos quieran hacer uso de lo que es común, de los bienes
comunes, en beneficio propio y de su familia o grupo. Así nace el soborno y
la extorsión, que no son sino una forma de que lo que es de todos pase a manos
de unos pocos, lo mismo que el fraude y el robo, o incluso el clientelismo. En
la tradición bíblica tenemos el surgimiento de las leyes que protegen a los
pobres de los poderosos. La institución del Año Sabático y del Año Jubilar, que
establecen el perdón de las deudas y la liberación de los esclavos por esa
causa cada 7 años y además el reparto igualitario de las tierras cada 50 años,
tienen la finalidad de sanar el mal de la corrupción de los poderosos que
utilizan la miseria de los hermanos para enriquecerse a su costa. Los profetas también criticarán a los jefes
del pueblo que tuercen el derecho y convierten la justicia en acíbar, y que
sobornan a los jueces para aprovecharse de los pobres.
La cuestión de la corrupción es tan antigua como los sistemas de gobierno,
pero la tradición que nace del Éxodo, es decir, la tradición que surge de la
acción liberadora de Dios que ve la aflicción de su pueblo y baja a liberarlos
de la injusticia de Egipto, es una tradición que se opone a las prácticas
corruptas que utilizan a los hermanos para su propio enriquecimiento. Esa
corrupción, ayer y hoy, sigue haciendo un daño enorme a las sociedades,
degradadas hasta el punto de aceptar la corrupción como una realidad
normalizada en la sociedad. En España
hemos visto cómo políticos corruptos que se han escapado de la justicia por
cuestiones formales, eran reelegidos en las urnas por mayoría absoluta,
haciéndose la población cómplice de la corrupción de estos políticos.
Precisamente por eso dice el Papa Francisco que el pecado se perdona, pero la
corrupción no puede ser perdonada, pues “la corrupción es el pecado que, en
lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado como
sistema, se convierte en costumbre mental, una manera de vivir”. Por eso nos dice el Papa que no puede ser
perdonada, porque no es un acto, es una condición, un estado social y personal en
el que la gente se acostumbra a vivir. Y así, concluye Francisco “la
corrupción hace perder el pudor que custodia la verdad, la bondad y la belleza”,
es la máxima degradación posible de lo humano. El corrupto, para obtener el
perdón, debe transformar su ser por entero, así será capaz de reconocerse como
pecador, solicitar el perdón y ser perdonado.
Vídeo de la presentación en las jornadas de Corrupción e Historia en la Universidad de Murcia el 9 de febrero de 2016
http://tv.um.es/video?id=77671&idioma=es
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Turno de preguntas: http://tv.um.es/video?id=77681&idioma=es
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