jueves, 7 de septiembre de 2017

Aviso de incendio

Angelus Novus, Paul Klee.
Hay un libro precioso que lleva por título Walter Benjamin: Aviso de incendio, de Michael Lowy, donde hace una lectura de las Tesis sobre el concepto de historia del autor alemán. Como es conocido, Benjamin tiene una visión pesimista sobre la historia. La imagen que nos deja es la del Angelus novus de Klee, un ángel que mira despavorido el resultado del montón de cadáveres que es la historia humana. Si miramos la historia desde una dimensión puramente cuantitativa, no vemos otra cosa que dolor y sufrimiento por doquier. La cantidad de seres humanos que en cualquier momento de la historia ha sufrido opresión o injusticia siempre es mayor que el número de seres humanos que han vivido con dignidad. Hay que sumar, además, que muchos de los que vivían o vivimos con dignidad lo hacemos en detrimento de aquellos cuyas condiciones de vida son deplorables. Es decir, el mal de muchos es causado por el bienestar de pocos. Esto es un hecho irrebatible a la largo de la historia. El pecado, hablando en términos teológicos, abunda más que la gracia de manera cuantitativa. Otra cosa es lo cualitativo, que hablaremos después. La injusticia, la opresión y el mal son más abundantes que el bien.

Hagamos un breve recorrido por la historia humana desde que se constituyen las grandes civilizaciones hace unos 5.000 años. Estas civilizaciones se han constituido como grandes pirámides donde una amplia base de población explotada ha sostenido a una pequeña cúpula social que se podía permitir vivir con exceso. Así fue en Egipto y en Mesopotamia, pero también en China y la India, o en el imperio Inca. Todas estas civilizaciones se han organizado como estructuras de opresión e injusticia, en las que entre el 70 y el 80 por ciento de la población vivían en la pobreza o directamente en la miseria. Tenemos datos históricos suficientes, sobre todo de épocas como el imperio de Roma, el último gran imperio antiguo. Entre los esclavos, los colonos y los colonizados, más de tres cuartas partes de la población vivían en lo que los evangelios llaman penes o ptoxoi, es decir, pobres o miserables. La esperanza de vida de estas personas estaba en 35 años, la media, aunque muchos podían superar los 50 y llegar incluso a 70, pero las tasas de mortalidad infantil, debido a la carencia de alimentos, eran muy altas, y las enfermedades derivadas de carencias alimenticias estaban a la orden del día: ceguera y sordera por falta de vitaminas, tullidos por escasez en fases tempranas de desarrollo y poseídos por episodios de estrés postraumático debido a las acciones militares del Imperio.

Los 5.000 años de historia de las grandes civilizaciones han estado determinados por la escasez de recursos que debían ser repartidos de forma desigual entre una parte de población, pequeña, que se apropia de la mayoría de recursos, y la mayoría social que debe subsistir a duras penas. Esto es lo que Benjamin adivinaba en sus Tesis sobre la historia. El sufrimiento es mayor que el bien y eso es debido a cómo los seres humanos nos organizamos. Este sufrimiento lleva a conflictos que se resuelven con más sufrimiento aún, de ahí que los más lúcidos entre los hombres, con una clara actitud profética, lo único que pueden hacer es dar un aviso de incendio. Una aviso que está destinado al fracaso, porque los dioses de este mundo han lanzado la maldición de Casandra, quien fue condenada a decir la verdad y no ser creída.

El mundo se dirige hacia un incendio descomunal que se va alimentando con más combustible cada día. El sufrimiento no cesa de incrementarse en el mundo, a pesar de vivir en la época de la historia donde más recursos totales existen. Sin embargo, el nivel de injusticia es hoy mayor que en cualquier otro momento. Existe tal nivel de recursos puestos en circulación que es casi obsceno que un solo ser humano sufra de inanición. Pero, quizás lo peor es que muchos son conscientes de lo que se avecina y siguen profundizando en el abismo que se abre ante nuestros ojos. La civilización capitalista llega a su fin, aunque este fin puede alargarse unos decenios y con ello aumentar el sufrimiento. Sería mucho mejor una quiebra social rápida que permita salir en pocos años del agujero, pero me temo que avanzamos lentamente, hacia un declive que se demora y regodea en el sufrimiento.

Estados Unidos se dispone a dejar de ser la superpotencia que ha sido y lo hace a regañadientes y creando tanto dolor como pueda en el mundo. Ningún imperio se dejo morir sin matar previamente. Europa es un zombi que camina sin rumbo fijo desmembrándose poco a poco. Y España, nuestra querida España, cada día más perdida, cada día menos lúcida. No asistimos a un sainete, como algunos dicen, asistimos a una tragedia que se repite en nuestra tierra ya demasiado tiempo. No hemos superado los males del 98, ni aprovechamos la fuerza del 27. Nuestro sino parece ser un eterno 36. El intento de secesión de Cataluña, a pesar de todo, bien podría suponer una palanca que nos haga saltar más allá de nuestra abulia moral y comprendamos que juntos es posible hacer frente a la catástrofe que se avecina. Ni Cataluña por su lado, ni el resto de España por el otro podrán salir airosas de lo que se viene encima. Cuando arde el monte no hay fronteras que paren el fuego, solo los brazos esforzados y las mentes lúcidas pueden hacerlo. Que no nos falte ni lo uno ni lo otro y que todos pongamos de nuestra parte para evitar esta catástrofe que se acerca.

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