lunes, 11 de enero de 2021

La fuerza política de la Navidad

Por mor del supuesto apoliticismo que nos inculca el modelo social imperante, estamos demasiado acostumbrados a ver con buenos ojos una lectura “despolitizada” de la Navidad y, en general, del hecho religioso, cuando los datos que nos aportan los estudios de los primeros documentos del cristianismo nos dicen justo lo contrario: la Navidad es un acto político de primer orden del cristianismo naciente. La lectura del acontecimiento del nacimiento de Jesús en los evangelios de Mateo y Lucas debe hacerse en primer lugar en clave política, más en concreto como una política anti-imperial, exactamente como una antiteología política.

En Mateo es evidente que Jesús nace bajo el signo de la persecución: sus padres se refugian en un lugar apartado, el virrey que gobierna para Roma lo persigue, los padres huyen a Egipto, Herodes desato su ira contra los niños y cuando solo cuando éste criminal muere vuelven de Egipto y se instalan en Nazaret. Se trata de un relato de oposición radical al poder que se ejerce directamente contra el pueblo, pues el único poder legítimo es el que se refleja en la genealogía de Jesús, donde, de manera imprevista, Mateo cita a cuatro mujeres: Tamar, Rajab, Ruth y la ‘mujer de Urías’. Se trata de cuatro mujeres que se salen del modelo patriarcal de mujer. Son o bien prostitutas o bien mujeres forzadas por su relación con hombres. Todas en la línea genealógica. Con esto y lo anterior nos muestra Mateo que el nacimiento de Jesús es comienzo de la revolución de lo humano que llegará a cumplimiento tras la crucifixión.

Lucas, por su parte, nos cuenta sus ‘vidas paralelas’ entre Juan y Jesús, dos profetas llamados a enfrentarse al poder y morir por ello que han tenido ambos una gran escuela en sus respectivas madres. Juan tiene la escuela de Isabel, capaz de generar vida más allá de lo posible y enlazar así con la historia de resistencia del pueblo judío. María concibe también en lo imposible haciendo posible un futuro nuevo para el pueblo, por eso canta, como cantaron tantas mujeres en el judaísmo, al Señor que ‘derriba a los poderosos de sus tronos y exalta a los humildes. Colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos’. Estamos ante una escuela de compromiso con la humanidad que se opone con fuerza al mundo imperial que oprime al pueblo.

Los dos relatos del nacimiento de Jesús tienen una carga política anti-imperial que de aplicarse a la experiencia cristiana de la Navidad tendría una carga subversiva que nos cuestionaría nuestra forma de vivir y entender la existencia cristiana, más allá de la ñoñería infantiloide que la impregna en estos tiempos. Entre los primeros cristianos, estos relatos les animaban a oponerse al Imperio y a resistir, pero el adocenamiento del cristianismo en el Imperio y una lectura desde la teología política imperial los adocenó, dejándolos en un mito fundacional legitimador del orden romano. Entre nosotros, estos relatos no pasan de ser algo incomprensible o, peor aún, bucólico. Hay que desenterrar la fuerza política de la Navidad.

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