miércoles, 1 de diciembre de 2021

Muerte antes de Navidad

 


Ha sido en Barcelona, el día de San Andrés, hermano de San Pedro, primeros discípulos de Jesús, de quien celebramos su nacimiento en Navidad. Según la información que aportan los medios, una familia al completo ha fallecido en el incendio de su "vivienda", una oficina bancaria abandonada que era usada por hasta ocho personas como vivienda habitual. El incendio se producía muy temprano, por la mañana, cuando aún dormían, probablemente por algún aparato utilizado para calentar la precaria vivienda y así evitar que el frío intenso de la noche helara el corazón de un bebé de cuatro meses, su hermano de cuatro años y sus padres, una pareja inmigrante con estancia "irregular" en nuestro país. Por este motivo, por ser irregulares, no tenían derecho a una vivienda digna que protegiera a sus hijos de las inclemencias de una sociedad deslumbrada por las infinitas luces navideñas que conducen a sus habitantes por el sinuoso camino del consumo irracional navideño.

La falta de papeles que les impedía el acceso al derecho a protegerse del frío y de la indiferencia es el medio del que se ha dotado el sistema social para evitar ese eufemismo que llaman "efecto llamada", porque si les diéramos papeles y por tanto derechos como humanos que son, entonces, malician los serviles próceres de nuestra patria, todo ser humano con necesidad imperiosa vendría aquí, a vivir entre nosotros. Y eso, como todos sabemos, no es posible. Así es que, ante una pareja de emigrantes con un niño por venir o en brazos, cerramos la posada de nuestros corazones y solo les permitimos vivir en un mísero portal de un banco abandonado, con otros como ellos para obtener algo del calor humano que la sociedad les niega.

Esta familia emigrante, abandonada por la ley y perseguida por el derecho legítimo al lucro del capital inmobiliario, sí tuvo la solidaridad de algunos pastorcillos sociales que se desviven por acoger con la dignidad que sus fuerzas permiten a quienes nada tienen y todo se les niega. Gracias a estos pastorcillos el bebé tuvo algunos pañales, su hermano comió caliente algunos días y sus padres pudieron enjugar las lágrimas durante algún tiempo, conservando la fe en una común humanidad que el sistema como tal niega tozudamente. La ley, nuestra ley, los empuja a la muerte, mientras la sociedad entera lamenta que "se vean obligados por las mafias a venir aquí". Siempre encontramos excusas para legitimar un desorden social que protege el privilegio de unos a poseer cuanto su vanidad y el orden económico les permitan mientras despoja a otros de su derecho inalienable a la vida. Un "desorden" tal amerita cuantos esfuerzos sean menester para su transformación, de modo que nadie acumule el pan, las casas o las tierras que a otros faltan para su supervivencia, en la línea de aquel niño que, nacido en Belén, sin cobijo en la posada, alcanzó a anunciar la Buena Nueva: "Dichos los pobres...Ay de vosotros los ricos".

En aquel portal de una sucursal bancaria abandonada en Barcelona, los pastorcillos sociales han visto el vivo Portal de Belén, y fueron a adorarlo con su vida y su compromiso. Pero la fulgurante luz que una mañana de finales de noviembre vieron, no fue la estrella que guio a los Magos de Oriente, sino el incendio traicionero que se los llevó a ese otro mundo al que, según Jesús de Nazaret, solo acceden los pobres, humildes y perseguidos. Aún quedan, por desgracia, muchos portales con familias sagradas que están esperando nuestra adoración, nuestro compromiso, nuestra conversión. La Navidad no está en los cantos de sirena de las luces navideñas; la Navidad está en la belleza del amor y la solidaridad con cada familia que sufre la expulsión de nuestras posadas y la condena de nuestra ley.

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