Ahora que el latrocinio ha llegado hasta las cuentas corrientes de los países enriquecidos, claman al cielo y se rasgan las vestiduras. Durante cuatro décadas los países, que con un eufemístico sarcasmo llaman “en vías de desarrollo”, han estado padeciendo ese sistema que les obligaba a pagar deudas contraídas por el procedimiento Madoff. Según dos premios Nobel de economía, Stiglitz y Krugman, Wall Street no ha hecho nada diferente a Madoff, salvo que estaban alentados y protegidos por las autoridades. La diferencia es que desde la bolsa neoyorkina se robaban las riquezas de miles de millones de seres humanos sin voz y Madoff las ha robado a personas acaudaladas y con reputación internacional.
Un caso semejante de codicia es el que refleja el suicidio de Adolf Merkle. En un día perdió 1000 millones de euros en acciones especulativas a corto plazo sobre títulos de Volkswagen. Él apostó a que bajarían las acciones de esta automivilística, pero sufrieron la mayor subida de su historia y el apostante perdió todo, hasta la vida. Su suicidio es una verdadera metáfora de lo que sucede al modelo económico neoliberal en general. La codicia, el seréis como dioses, nos conduce a la muerte. Todo esto nos lleva a considerar las consecuencias, pero de manera real, no como hacen los que gobiernan. Ellos nos dicen que ahora sí hay que intervenir, ahora sí hay que tomar medidas para impedir el robo; ahora sí hay que compensar a las “víctimas”. Durante tres décadas, el fundamentalismo del mercado friedmaniano ha impuesto la obligación de no intervenir y eliminar los controles porque, nos decían, el mercado hace las cosas muy bien solo. Ahora se quiere suspender el mercado, como impúdicamente ha sugerido el presidente de los empresarios españoles, para corregir los errores y resarcir a los que han perdido en el juego. Pero ¿quién resarce a los dos mil millones de seres humanos que han visto reducido a la mitad su dieta porque los sabios de la bolsa han especulado y robado cientos de millones de dólares con el precio de los productos de primera necesidad? ¿Cómo restituimos los 25 millones de muertos que estima FAO debidos al precio abusivo de los alimentos en el último año?
No se trata de hacer un paréntesis, sino de establecer criterios humanos a la economía, porque no se ha hecho el hombre para servir al mercado, sino el mercado para servir al hombre. La economía no puede ser un juego de apuestas donde los valores son intercambiados sin ningún miramiento. La economía debe estar para satisfacer las necesidades básicas de la humanidad respetando el medio en el que vivimos. La economía debe ser una expresión concreta de aquella otra Economía por la que las divinas personas viven unas para, por y en otras. La economía es el don recíproco del amor universal. Por ello, creo que debemos sustituir el mercado por la organización racional y cordial de la economía. Hacer del mundo un hogar, no un lugar inhóspito, que es hacia lo que nos encaminamos.
2 comentarios:
La verdad es que cuando me pongo a pensar en este tema, es algo que me da miedo. Si nos damos cuenta, parece que todo lo que ocurre en este mundo globalizado no está motivado más que por intereses, los intereses de los más fuertes. Como comentabas en un post anterior, con el tema de las multinacionales que explotan a los países productores. Pero también con el tema bélico y las industrias armamentíscas, con el tema económico y el petróleo,... y ahora también, como muy bien dices, con el tema financiero. ¿Por qué han saltado todos los chivatos? Pues efectivamente porque todo el sistema financiero del mundo "desarrollado" ha visto el problema de cerca, de muy cerca. Continuamente los mercados naturales están creciendo, están traspasando fronteras, de modo que lo que era la transacción normal "yo te vendo algo que tú me pagas" se está convirtiendo en pura especulación financiera en aras de una pretendida globalización, sin entender que para que esa globalización sea efectivamente buena para todos (y no para algunos) se debe mirar al otro como un verdadero prójimo, y no como un objeto de deseo... económico. Esta es una de las situaciones en las que me siento totalmente, cómo diría, totalmente desamparado, desesperanzado ante la magnitud del sistema creado, a su vez tan arraigado que parece imposible que se derrumbe. Quizá lo único que nos quede es actuar desde el ciudadano de a pie, de manera que vivamos con ese espíritu de austeridad y apertura, viendo en el otro a ese prójimo. Por lo demás ¿qué hacer para que esta estructura a nivel mundial se modifique?
Tenemos pocas opciones de acción individual. Sí podemos ser honestos y, sobre todo, austeros. Esta situación está provocada por la "astuta serpiente", en alusión al último libro de Martín Gelabert. Sus palabras nos han seducido. El consumo, la publicidad, la posesión y el control nos han seducido hasta la médula. El problema estriba en que lo que era individual se ha convertido en social. El egoísmo, la avaricia y el despilfarro se han convertido en estructura social. Ese es el gran problema del capitalismo que tan bien analizó Juan Pablo II en Solicitudo Rei Socialis y que en comentaré en un próximo post.
Bernardo
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