Las palabras de Jesús sobre el culto agradable a Dios, la verdadera latría, no dejan lugar a dudas: “los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad” (Cf., Jn 4, 21-24) y esta adoración supone el amor a los hermanos y su servicio. Lucas sitúa en la última cena una perícopa muy significativa. Mientras Mateo y Marcos arremeten contra los poderosos del mundo en el contexto de la manifestación mesiánica de Jesús —Mateo lo hace después del tercer anuncio de la pasión y poco antes de entrar en Jerusalén y Marcos justo antes de la entrada a la ciudad santa— Lucas coloca esta diatriba en medio del momento fundante de la tradición eucarística, centro del ser religioso cristiano. La dirige directamente contra las disputas que pueden surgir entre los mismos seguidores en torno a cuál ha de ostentar la primacía. Según Lucas, los discípulos no entienden que la religión, para Jesús, es el servicio: “¿quién es el mayor, el que está a la mesa o el que sirve?... yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27). Jesús se presenta como el diácono, es decir, como el sirviente, no como dueño, potentado o soberano de nada. Ese es el modelo para todos sus seguidores. La religión cristiana es un servicio a los hombres por el amor a Dios.
Este servicio a los hombres, especialmente a los pobres, se hace extensible a la naturaleza. El amor por ella hoy se hace ineludible. La situación de nuestra hermana y madre Tierra es enormemente crítica y sólo una decisión fundamental en su favor podrá permitir que los hombres sigamos existiendo en esta casa común que hemos recibido para cuidar y trabajar. La religión no puede estar separada del servicio y éste del respeto al entorno natural en que Dios nos ha colocado. Hemos de oponernos con decisión a esta locura autodestructiva que consuma el mundo en el acto irracional del consumo hedonista. Y hay que hacerlo por la naturaleza, nuestra casa común, y por los hombres, las ingentes masas de pobres que claman al cielo para recibir la consolación que los hombres no queremos dar.
La pobreza elegida actúa como signo de la presencia del Reino de Dios en este mundo y como compromiso por erradicar la pobreza forzada, signo esta del pecado de este mundo. La pobreza voluntaria, como nos recuerda Aloysius Pieris (El rostro asiático de Cristo, Salamanca 1991), supone “seguir a Jesús que fue pobre entonces, y servir a Cristo que es pobre ahora”. Ser pobre es la única manera de seguir a Jesús que anunció la Buena Nueva de la salvación a los pobres y condenó la riqueza como una forma de muerte en vida; ser pobre es la única manera de servir a Cristo hoy, que se hace presente en medio de los sufrimientos de este mundo como el que tiene hambre, sed, está enfermo o en la cárcel; ser pobre es renunciar a lo que tendrías derecho natural a su posesión por amor a aquellos tres cuartos de humanidad que no llegan a cumplir su derecho; ser pobre es trabajar por un mundo sin riqueza, porque esta es fruto de un robo sistemático, como nos recuerdan los Padres orientales: la riqueza es fruto de la injusticia; ser pobre es renunciar a mis deseos porque estos no pueden ser satisfechos por una naturaleza exprimida hasta el extremo.
Para profundizar se puede acceder a mi texto:
Franciscanismo y Globalización: fraternidad, ternura y pobreza en un mundo
herido, Ponencia en el XII Consejo Internacional para la Formación y el Estudio de la Orden Franciscana, Murcia 29 de Noviembre de 2008.
4 comentarios:
No termino de entender que la religión sea algo esencial para el mundo actual. Es la religión la causa de los mayores males de la humanidad y lo mejor sería que desapareciera. Sin religón seguro que viviríamos más felices.
Javi
Sin la religión hace mucho que los hombres no serían humanos. La religión es la que nos permite no caer en la barbarie. Pedro
Quizás antes de afirmar que la religión es favorable o perniciosa para los seres humanos, convendría aclarar de qué estamos hablando o en qué estamos pensando cuando decimos religión. Si pensamos en el mensaje de la mayoría de los grandes profetas de las religiones, a saber, los seres humanos somos todos hermanos e hijos del mismo Padre, somos por tanto miembros de la misma familia, estamos ante algo muy favorable y de consecuencias incalculables para todos. Si pensamos en el uso que de las religiones hacen algunos fanáticos, transformándola en idolatría y en motivo para condenar a los demás, entonces convertimos la religión en odiosa. En esta línea cabe hacer muchas reflexiones más, pero con la hecha ya se ve mi pensamiento. Martín
Pobre según el evangelio es aquel que camina sin apegos porque " se hace todo a todos". Camina sin dejar huella, sembrando Vida por donde pasa. Un instrumento de Dios ( San Francisco). Gracias al blogger por este espacio de reflexión en profundidad, sin estridencias
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