viernes, 17 de abril de 2009

Evangelizar en la sociedad postmoderna


Mañana estaré en Granada para hablar de la evangelización en la sociedad actual. Son las jornadas de formación misionera en la diócesis de Granada.
A lo largo de dos sesiones muy apretadas intentamos ver cómo es este mundo que tanto está cambiando y que gime con dolores de parto. Hemos de abordar la crisis sistémica global en la que llevamos sumidos mucho más tiempo del que quieren hacernos creer los que gobiernan este mundo. Seguidamente abordamos el papel que está jugando y que puede jugar la religión, sea como legitimación del modelo económico-social vigente o como crítica profética. Por último, hicimos una propuesta para salir de esta situación. Necesitamos un éxodo que nos lleve hacia una nueva dimensión humana que no podrá ser ya “moderna” pero que sí deberá asumir los bienes que aportó la modernidad, de ahí que le llamamos transmodernidad. Se trata de pasar más allá de la modernidad hacia una unidad del género humano en perspectiva dialógica, integrando la riqueza humana que es un reflejo de las maravillas que Dios ha derramado en su creación. Un segundo momento es el de la reflexión propiamente cristiana. Hemos de volver a cuestionarnos todo lo que es el cristianismo. Se trata de un momento crítico, de juicio de lo que supone un cristianismo enraizado en sus orígenes, es decir, en el Evangelio del Reino de Dios, que no es sino un proyecto de política radical para un mundo en descomposición y para una naturaleza amenazada de muerte. Se hará necesario establecer unos criterios para la creación de grupos humanos de contraste con el Imperio Globlal Postmoderno. Por último, queremos entender este proceso de reflexión como una contribución a la Nueva Creación de la que hablara Pablo y que nace en la Pascua de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios Vivo.
El Evangelio entero es una apuesta por un mundo nuevo, por una Nueva Creación en la que el ser humano en comunión con la naturaleza, será reconstituido por Dios en el momento adecuado. Esto empezó a vivirse con la Resurrección del Hijo de Dios. La Resurrección de Cristo supone el comienzo de la Nueva Creación que predicó Pablo y atraviesa como un río de fuego el Nuevo Testamento hasta confluir en el estuario del Apocalipsis. De la misma manera que la resurrección supone la muerte, también supone la transformación. El mundo entero debe ser transformado con el fin de que refleje la grandeza de aquél que lo crea y recrea en su amor constantemente. Lo viejo pasará y lo nuevo será como un nuevo día. El cielo nuevo y la tierra nueva de la que habla el Apocalipsis y que será vivido por aquellos que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Esta Nueva Creación futura se está viviendo aquí ya en los que ponen su vida en Cristo. Vivir como resucitados es construir el Reino de Dios en medio de un mundo de prevaricación y muerte. Vivir como resucitados es ser transformados por el amor que Cristo ha derramado en su Iglesia, es vivir en comunidades que practican el amor transformador de la realidad. Esta transformación implica una Nueva Vida que es la primicia de la Nueva Creación que Dios está preparando para cuando Dios sea todo en todas las cosas. Esta Nueva Creación es la garantía del Evangelio del amor en el que muchos ya han muerto con la esperanza en la Resurrección de los muertos, cuando Dios cree unos cuerpos adecuados a la nueva realidad, a partir del recuerdo amoroso de los que le amaron. Porque Dios mantiene vivo en su memoria al justo, de ahí lo resucitará el día del juicio.
Nuestra propuesta es crear grupos de contraste donde se tiene que vivir estas características: 1. Comunión de bienes, donde nadie considere suyo nada de lo que tiene. 2. Pobreza elegida como signo del Reino de Dios y lucha contra pobreza forzada, signo del pecado de este mundo. 3. Renuncia a la sociedad de consumo y a sus instrumentos.

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