lunes, 13 de abril de 2009

Matar al mensajero

Lo peor que tienen las profecías es que tienden a autocumplirse. Si nos empeñamos en algo acabará cumpliéndose inevitablemente. Lo del cambio climático va por este camino. Son ya más de diez años en los que el cambio climático está en la agenda de todos los gobiernos y organizaciones internacionales. Desde que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático del año 2000 pronosticara un aumento de la temperatura media del planeta para fin del siglo XXI de entre 2 y 4 grados centígrados, todos los países aprovechan cualquier evento, también las citas electorales, para hacer propuestas que impidan ese aumento. Entre otras cosas porque ese aumento implicaría un cambio en los patrones de comportamiento del clima que no podemos ni siquiera prever. Se ha incidido en que es muy probable un aumento del nivel del mar que podría llegar a 40 cms y una disminución global de las precipitaciones que tendría diversos efectos dependiendo del lugar. Si nos fijamos en las zonas muy lluviosas del planeta, habría una disminución, pero en la zona mediterránea, por ejemplo, se estima un aumento de la pluviosidad acompañado de episodios de gota fría.
Pero las intervenciones de los gobiernos se quedan en meros deseos, con enunciados hipotéticos o a muy largo plazo. Ahora bien, un signo de que se toman en serio los efectos, no así las causas, del cambio climático, son los datos que publica George Monbiot en The Guardian. Alemania se está gastando 600 millones de euros en un dique para la ciudad de Hamburgo y Holanda gastará 2200 millones de aquí a 2015 para ampliar y reforzar los suyos. Esto quiere decir a las claras que no es algo que pueda pasar dentro de muchos siglos, los gobiernos se toman muy en serio las consecuencias, pero deberían tomarse más en serio las causas probadas. Estas no son otras que el modelo de desarrollo económico basado en la quema indiscriminada de combustibles fósiles, no renovables, y en la máxima del beneficio a corto plazo. Esto, que nos ha llevado a la crisis económica, nos lleva hacia la peor crisis ecológica de la historia. En las últimas semanas se está desgajando la plataforma de Wilkins en la Antártida. Se trata de una masa de hielo del tamaño de Jamaica. Lo grave es que los modelos de cambio climático no prevían que la Antártida se derritiera, pero es el caso y esto nos plantea más interrogantes aún.
Si no hacemos nada para evitarlo, no sólo los 4ºC de aumento se alcanzarán, sino que esto nos llevará a 8, lo que sí sería una catástrofe irreversible. Los cambios del patrón climático serían tan drásticos que nuestra capacidad de adaptación sería nula. De hecho, aunque mañana mismo cesaran las emisiones, el aumento medio de temperatura para 2050 sería ya de 4ºC. No hablamos de mil años, hablamos de 40. Esto está a la vuelta de la esquina, pero no nos lo tomamos en serio. Seguimos siendo optimistas respecto al futuro. “No se llegará, alguien hará algo”, nos mentimos a nosotros mismos. Pero quien debe hacerlo está sujeto a los cortos ciclos electorales y sabe muy bien que nadie votaría a un partido que llevara un programa para resolver las causas del cambio climático. Además, todos nos escudamos en la necesidad de una actuación conjunto, si los demás no hacen nada no seré yo quien lo haga. A ver si voy a ser el tonto que no despilfarra, ahorra y no contamina.
Se ha dado el caso, no sé si calificarlo de kafkiano, de que se persigue al que denuncia y no al que crea el mal. Asociaciones de propietarios de La Manga –ese hermoso brazo de tierra que crea la mar chica, que dijera el poeta–, haN denunciado ante los tribunales a Green Peace por emitir un fotomontaje en el que se puede ver en simulación el efecto que la subida del mar tendría sobre La Manga del Mar Menor. Esa acción del grupo ecologista ha provocado una depreciación de sus propiedades. Si matamos al mensajero de malas noticias, piensan, estas no existirán. Pero el mal está ahí mismo y no tenemos mucho tiempo para escudarnos en mentiras, autoengaños y falsedades. Es hora de actuar, de lo contrario esto se nos va de las manos.

3 comentarios:

M. Gelabert dijo...

Un post tuyo anterior daba pié para reflexionar sobre la propiedad "común" de toda la tierra y cuanto ella contiene. Este de ahora invita a prolongar la reflexión: no solo somos co-propietarios, somos co-responsables, pero no solo de lo que le ocurra a la generación actual, sino de lo que les pueda ocurrir a las generaciones futuras. Hablar de responsabilidades de cara al futuro es amar a nuestros nietos. Ah, y tal como me pareció que insinuabas en otro de tus artículos, somos responsables incluso de los efectos no deseados de nuestros actos. Ahí no basta la buena voluntad. Martín

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Efectivamente, no basta la buena voluntad, se hace imprescindible una acción política contundente que sea muy consciente de los efectos de todos nuestros actos. Quiero reflexionar sobre esto más detenidamente, aunque con un poco de mejor voluntad que la actual haríamos mucho.
Saludos Martín.
Bernardo

Anónimo dijo...

Me llena de gozo pensar y ver como la vida del ser humano en el planeta se acerca a su exterminio real. Me gusta pensar que en 40 años la catástrofe climática será brutal, que en unos decenios no se podrá satisfacer ni siquiera teóricamente las necesidades básicas de todos los seres humanos del planeta, me gusta pensar que en pocos años los niños serán hombres mermados de toda capacidad de profundizar. Pienso que una de las características del hombre postmoderno es la incapacidad para tomarse la muerte en serio. La ligereza con que la acepta, porque aunque lo intente no puede negarla, se manifiesta como una especie de inmortalidad falsa que lleva a este individuo a sumergirse en la más vil inmoralidad. Cómo dices, decimos: “no se llegará, alguien hará algo”, me suena a profeta Amós. Hace falta tomarse la muerte en serio.
Un abrazo,
René

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