
Esto es lo que ha sucedido hace dos semanas en las islas Carteret, cercanas a la costa de Papua Nueva Guinea. Son islas pequeñas; pequeños atolones coralinos cuyo punto más alto no llega a los dos metros. Si nos fijamos en el número de habitantes podríamos llevarnos a engaño: dos mil seiscientos no es parta tanto, pensarán algunos. Pero lo importante es que esa población ha sido evacuada porque, después de varios años resistiendo el continuo subir del agua, la población ya no puede más, cualquier tormenta de alta intensidad podría arrasar las islas, unas islas que llevan habitadas miles de años. Lo triste es que desaparezca, junto con la población, su hábitat, aquel que ayuda a modelar una forma de estar en el mundo, una forma de ser, una cultura. Para los negacionistas, esto no parece tener importancia.
Siendo esto grave, lo que parece más preocupante es la rapidez con la que las predicciones se cumplen. Da la sensación que cada año avanzamos diez y eso es peligroso. Si hacemos un repaso de las catástrofes anunciadas para los próximos cincuenta años que podrían adelantarse, el panorama es bien sombrío. Por ejemplo, el derretimiento completo en verano del Ártico, previsto para 2050, ha sido adelantado para 2015, pero esta fecha podría aproximarse varios años más; la fusión del hielo de Groenlandia puede estar sufriendo un aumento ya que se han visto en fotografías de satélite los indicios de molinos de agua (como el de la imagen que acompaña el post), es decir grietas por donde se filtra el agua hasta la base del hielo y aumenta la velocidad de desplazamiento; aquí en España se predice para 2020 la desaparición de los glaciares de los Pirineos, con la consiguiente disminución del caudal de los ríos que viven de ellos. Podríamos seguir, pero me interesa citar uno más.
No se contaba con el derretimiento de la Antártida en este siglo, pero hay un dato inquietante: ha empezado el reparto del territorio antártico por los países que tienen bases científicas, le llaman, o cercanía a la plataforma continental. El pasado trece de mayo se cerró el plazo para las solicitudes y no hay acuerdo en qué parte tocará a cada cual. Lo que está claro es que si se lo están repartiendo es porque tienen intención de poder explotar los recursos del subsuelo cuando la capa de hielo lo permita.
Esto ya ha empezado y, si los científicos no se equivocan, una vez que ha empezado será difícil pararlo. El daño ha sido ya hecho, ahora atengámonos a las consecuencias. Por cierto, da un poco de risa que la manera de salir de la crisis sea incidiendo en las mismas causas que la provocaron, como es la ayuda a la venta de vehículos que ayudarán a que aumente más la temperatura.
1 comentario:
Solo se me ocurre una palabra: lamentable. En la base de todo está el deseo desmesurado de enriquecerse, a costa de empobrecer más a los pobres. Tienes razón, Bernardo, cuando dices que hay que cambiar el sistema. Dicho de forma más suave, pero quizas no menos importante: hay que cambiar la mentalidad. Necesitamos un espíritu nuevo. Un espíritu nuevo que tiene incidencias no solo personales, sino también económicas, políticas, sociales, ecológicas.
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