jueves, 14 de mayo de 2009

La «Verdad profunda» II

Un claro ejemplo de cómo la verdad patente puede esconder una verdad oculta lo tenemos en la revelación de la identidad de Garganta profunda a instancias, nos cuentan, de la familia, que no quiere que muera. Cuenta con noventa años y no quieren que fallezca sin recibir en vida la gloria de lo que hizo, sea esto bueno o malo. En los tiempos del Watergate, se tenía claro que debía ser alguien de dentro, pero los periodistas guardaron celosamente el secreto. Descubrir al delator hubiera supuesto restarle fuerza a las denuncias y que Nixon hubiera salido airoso del asunto, más o menos como Clinton con el affair Lewinsky. La ocultación de la verdadera identidad del confidente —número dos del FBI— enturbia la verdad de las revelaciones de este, precisamente debido a las intenciones. El mal más demoníaco, nos dice Kant, es el que se cubre con el vestido del bien, en este caso, la verdad que revelaba Garganta profunda, el espionaje político, queda empañada por la verdadera intención que oculta: la destitución del presidente como medio para aliviar la presión social por el desastre de Vietnam, una cortina de humo en el fondo o un golpe de estado encubierto, o mejor, un autogolpe de estado de la misma élite gobernante para ofrecer al pueblo una víctima propiciatoria que pague por los pecados del estado.
Efectivamente funcionó, las estructuras de poder salieron intactas de la derrota de Vietnam y el pueblo se tragó la treta urdida desde las altas esferas gubernamentales para hacerles creer que la derrota se produjo por los fallos de un hombre corrupto. Un hombre que debía pagar, pero no era ese su mayor pecado. La cuestión aquí es darnos cuenta de cómo una verdad —el espionaje político—, encubre una verdad profunda que se revela como una estrategia de poder, como una mentira puesto que se ha realizado adrede. Aquella mentira ha tenido su necesario epílogo con la revelación de la identidad del confidente. Es el cierre del círculo de la falsedad. Se pretende que creamos que lo hizo sólo y sin consentimiento de sus superiores en el gobierno. El número dos del FBI es un héroe o un villano, pero él sólo, nadie más implicado en el caso. La verdad profunda del caso es demasiado dura como para creerla, de ahí que no queramos creernos esa verdad y sigamos creyendo la que nos han fabricado, porque es más fácil, es verosímil y nos la embuten en la mente a diario.
Otro caso lo hemos tenido en el asunto de las armas de destrucción masiva que supuestamente había en Irak. Esta vez hemos llegado al máximo de la perfección. El pueblo americano no tuvo ningún problema en aceptar la verdad que se le entregaba para justificar una guerra, aún hoy, que los implicados han reconocido al menos el error, cuando no la verdadera patraña montada, el pueblo americano sigue pensando que esa guerra fue necesaria. Resulta muy retorcido, pero lo que ha sucedido es que nadie estaba dispuesto a decir en público que en realidad es bueno hacer una guerra para conseguir petróleo, por eso era necesario crear la mascarada que permita afirmar que hay una causa justa para hacerla, a sabiendas de que esa no es la causa real. Hemos llegado a la perversión máxima cuando la mentira se vive como verdad y ni siquiera hace falta ocultarlo. Ya no necesitamos crearnos una apariencia de verdad que encubra la verdad profunda, sencillamente ya no hay verdad que respetar.
Otra cuestión a tratar sería el pecado original del modelo actual de sociedad globalizada basada en la lucha contra el terrorismo. Los acontecimientos del 11 de Septiembre en Estados Unidos son la muerte de la verdad, epílogo necesario de la muerte de las utopías. Pero no sé si eso es políticamente correcto contarlo…
(Recomiendo analizar detenidamente la imagen de este post, dice mucho a cerca de la verdad aparente y la oculta. Si se amplía se puede leer el texto explicativo, no tiene desperdicio).

2 comentarios:

M. Gelabert dijo...

Las cosas no son lo que parecen. Cierto. Muchas personas tratan de engañar conscientemente. Cierto. Presentas dos casos; en el caso de las armas escondidas por Sadam Hussein me temo que solo engañaron a los que quisieron dejarse engañar. Las falsas pruebas que el por entonces Secretario de Estado presentó ante la ONU eran tan ridículas que solo engañaban a los incautos. Lo que quiero añadir es que hay que ir con mucho cuidad con este tipo de discurso. Basta pensar en la argumentación que hace el periódico El Mundo a propósito de los atentados de Madrid. También es posible buscar conspiraciones donde donde no las hay con el fin de conspirar. La pescadilla que se muerde la cola.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Es cierto y me lo he planteado con detenimiento, pero hay una enorme diferencia. El discurso de ese periódico está cogido por los pelos en todos sus extremos y no tiene el más mínimo fundamento ni base de ningún tipo. Su base es un tipo determinado de dinamita, un producto anticucarachas que todos tenemos en casa y una conversación que el primo de un sobrino de un amigo de un supuesto conocido de un etarra realizó hace unos años.
De lo que hablamos nosotros son de autores materiales confesos, en el caso del Water Gate, y de pruebas demostradas. Podríamos poner muchos ejemplos de cómo funciona esto, pero traigo a colación la documentación desclasificada ahora que demuestra los distintos complots de la CIA en los últimos cuarenta años.
En Estados Unidos hay una comisión investigadora del 11/S que ha permitido conocer muchos extremos que vienen a explicar muchas cosas de hoy día.
Sabemos todos que Ben Laden fue un agente de la CIA y que Al-Qaeda fue organizada para luchar contra la URSS en Afganistán y otros países árabes. Esto sólo es conspiración de parte del gobierno USA.
Bueno, lo que quiero decir es que por que algunos pongan a funcionar el ventilador, no podemos dejar de decir la verdad, porque esta seguirá siendo la que es. Si no somos capaces de salir del discurso mentiroso en que nos han instalado, difícilmente podremos plantear alternativas. Mientras sigamos aceptando como algo normal que una veintena de pringados que sólo disponían de dos semanas de instrucción de vuelo de avionetas, cuyo examen ni habían aporbado, son capaces de hacer lo que un capitán de aerolíneas necesitaría 2.000 horas de vuelo para conseguir, seremos incapaces de articular nada serio.
Por ciero, la foto del post fue distribuida por el FBI afirmando que el negativo lo habían encontrado entre los restos de las torres gemelas. Nadie puede creer que un negativo se salvara del fuego, pero tampoco que se encontrara el documento identificativo de uno de los supuestos atacantes, mientras de los aviones nada quedó.
Estamos ante una teoría conspirativa creada para mantener al mundo bajo la mordaza de una lucha contra el terrorismo, terrorismo causado por los propios que propagan la conspiración.

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