jueves, 20 de agosto de 2009

Inmortalidad natural

Ya hemos comentado algo sobre el libro de Vito Mancuso, El alma y su destino, y quiero profundizar algo más en él. Dije que me parecía un libro imprescindible y hemos de tomárnoslo en serio porque entonces cambia toda la concepción cristiana transida de un completo platonogticismo. Con este término me refiero a la doble vertiente en la que ha caído el cristianismo desde hace quince siglos. Por un lado en el peor platonismo, en aquel que deja la realidad material en un segundo plano disminuido frente a la realidad ideal. Esta visión del mundo dio a luz un pseudocatecismo que todo el mundo es capaz de reproducir sin equivocarse como esencia de la fe. Este catecismo del "platonismo vulgarizado" (Nietzsche dixit), contiene las verdades esenciales de un supuesto cristianismo: maldad de la materia, caída del alma, moral punitiva, dualismo antropológico, condenación definitiva, Dios sádico. Junto a este platonismo pervertido está el gnosticismo que defiende una salvación meramente intelectual e individual como trabajo esforzado del alma por conseguir desligarse del cuerpo.

Además de la crítica a cierta perversión del cristianismo y la subsiguiente reconfiguración del dogma, que Mancuso explica con absoluta claridad y no deja resquicio para ninguna duda (creo imposible rebatirle aquí), tiene otra aportación que, no siendo novedosa en sí misma, sí lo es en la exposición. Trata así el autor de dar fundamento positivo a su crítica, mediante una visión unitaria del proceso por el que el universo se crea y llega hasta la existencia del ser humano y la posible existencia más allá de la propia muerte. Aquí es deudor, como él mismo reconoce, de Teilhard de Chardin en especial. Habla Mancuso de cinco discontinuidades cósmicas. De las cuatro primeras no hay duda ninguna: el big-bang, el nacimiento de la vida, el surgimiento de la inteligencia y el nacimiento de la moral y la espiritualidad. La importante es la quinta discontinuidad que él propone: el paso a una vida más allá de la muerte corporal, a la inmortalidad del alma. Este paso estaría solicitado por la misma realidad del alma que llegando a la espiritualidad libre está postulando la necesidad de su misma continuación. Aquí hace el autor algo de lo que ha renegado a lo largo de todo el libro y es recurrir al Dios tapagujeros del que hablaba Bonhoeffer. Como esta quinta discontinuidad no puede ser fundada en la ciencia, ha de recurrir a otra dimensión (122). La teleología que ha impulsado la creación hasta nosotros, puede y casi debe llevar hasta la inmortalidad del alma para que esta misma creación tenga sentido. El mismo orden que se aprecia en el mundo material invita a pensar que ese proceso de ordenación de la energía nos lleve hasta otra vida más allá de la muerte. La inmortalidad no sería sino la conservación del orden energético alcanzado por el alma que en sí no es sino una ordenación de la energía que hay en el ser humano. El ser-energía y el proceso teleológico hacia una continua ordenación de la energía serían los fundamentos para creer en la inmortalidad de las almas que han llegado a tal nivel de orden.



El paso a la inmortalidad "natural" del alma, no cabría otra para Mancuso, está lógicamente enlazado con todo el proceso de evolución cósmica, biológica y cognitiva, pero creo que cae en aquello que quiere evitar. Cuando Mancuso recurre a la "necesidad" de inmortalidad que el alma está postulando, no deja de hacer otra cosa que manifestar un desideratum sobre el que sostener su afirmación. No creo que eso sea lo mismo que demostrar nada y mucho menos que esa inmortalidad natural sea lo que el cristianismo más originario postuló y debería seguir postulando. Pero esta reflexión quedará para otra ocasión.

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