sábado, 7 de noviembre de 2009

Un año más... Un año menos.

Un año más y otro y... así hasta la eternidad. La reunión de Barcelona preparatoria de la de Copenhague el año próximo, ha decido que se dan un año más para alcanzar un acuerdo sobre las reducciones de gases de efecto invernadero. Esta es la enésima reunión en la que se decide no decidir nada, con lo cual el problema no deja de aumentar y las consecuencias probables se incrementan haciendo buenas algunas de las actuales películas más truculentas sobre el futuro de la humanidad.
Esta vez la táctica ha sido la de "lo tomas o lo dejas". Los países ricos, los más contaminadores y los que tienen la responsabilidad absoluta sobre la solución, han ofrecido a los países empobrecidos o emergentes un pacto cerrado al todo o nada. El pacto venía a decir más o menos que nosotros los ricos seguiremos contaminando lo que nos parezca y vosotros recibiréis algo de dinero para taparos la boca. Con buen criterio no aceptaron este acuerdo, vaya usted a saber si porque el dinero que se ofrecía no lo era directamente domiciliado en cuentas secretas en paraísos fiscales, lo cual es muy conveniente porque se ahorra tiempo y mucho dinero. Imagínense ustedes la cantidad de manos por la que tiene que pasar el dinero desde los países enriquecidos hasta llegar a los gobiernos de los empobrecidos. Cada mano exigirá ser suficientemente untada y luego están los intermediarios financieros y demás buitres. Es comprensible que no acepten el trato y pongan el listón más alto. Claro que para los países enriquecidos está bien que no se llegue a acuerdo y se demore otro año; es un año más para seguir como está la cosa, contaminando y embolsando las arcas; es otro año para conseguir inflar una nueva burbuja con los derechos de emisión de gases.
Esto del mercado del CO2 ya lo hemos explicado en otro post (Los beneficios de contaminar) y resulta el engaño que el capitalismo sabe hacer siempre para arreglar las cosas: convertirlas en capital. Cómo eliminamos el mal, se preguntan, pues convirtiéndolo en capital (¡Viva el mal, viva el capital!), es decir en posibles beneficios. De esta manera los gases contaminantes son otra oportunidad para ganar dinero, y más aún, para crear un mercado de bonos de emisión, como se hizo con las hipotecas subprime y se está realizando con los seguros de vida, o bonos de la muerte. Esta nueva burbuja se está inflando con todo ese dinero extra que los bancos centrales no paran de emitir y que tiene la virtualidad de realimentar la crisis contra la que supuestamente se imprimen. Con estas burbujas consecutivas se consigue drenar la ingente cantidad de liquidez que los bancos centrales proveen, aumentan la cuenta de beneficios de las entidades financieras y, no menos importante, mantenemos sonando la música de la flauta para que todos sigan como si tal cosa: comprando, vendiendo, engañando y robando.
Un año más todos contentos, otro año de ganancias suculentas, de reuniones opíparas con buen surtido de cheques, fiestas y agentes de compañía que hacen las delicias de todos esos que se reúnen a costa del erario público. Un año más... un año menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que triste,que no se preocupen por algo tan maravilloso:lo que nos rodea,lo que nos da la vida.
Lo importante que es,que entre todos pongamos,ese algo para construir o reparar o frenar,lo que hemos ido destruyendo.
¡ENHORABUENA BERNARDO!
José Ortuño Hernández.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Gracias, José. Hemos de seguir en la brecha de la denuncia profética y la propuesta de un mundo mejor que no solo es posible, sino imprescindible.

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