La expresión capitalismo inmaterial se la debemos a Daniel Cohen, vicepresidente de la École d'Économie de Paris y editorialista del diario Le Monde. Quiere ser el resumen de lo que está sucediendo desde que la globalización acaparó todos los ámbitos de la vida. El capitalismo inmaterial es el modelo capitalista que corresponde a la sociedad postindustrial y tecnológica donde las relaciones de producción han sido modificadas en beneficio del conocimiento y de las rentabilidades crecientes. Este cambio epocal que comenzó en los ochenta tiene tres vertientes complementarias: la económica, la social y la cultural. Cada una de ellas corresponde a las dimensiones expresadas con tres realidades explicativas: capitalismo, postmodernidad y globalización. El capitalismo inmaterial no sería sino el nuevo ropaje que se ha dado el capitalismo en la era de la globalización postmoderna. No sería nada nuevo sino el mismo perro voraz de siempre con distinto collar, esta vez un collar kitsch. El error que a mi juicio comete Cohen es el mismo que han cometido todos los enterradores del pensamiento crítico, a saber, pensar que con los cambios introducidos en el capitalismo éste se ha vuelto humano y no caben ni la crítica ni la utopía, ni siquiera una mínima alternativa a lo existente.
Creo que hemos empezado demasiado pronto a justificar el modelo económico que casi se lleva al planeta por delante en esta última crisis financiera. Hemos pasado de la crítica a los excesos y una propuesta de refundación (Sarko dixit), a una asunción acrítica del modelo que el propio capitalismo se ha dado para salir de su crisis. Porque no debemos olvidar que esto no es una crisis de la economía, ni tan siquiera de la sociedad, es una crisis del modelo de desarrollo capitalista en sus diferentes ropajes. El capitalismo está haciendo todo lo que puede por pervivir más allá de la defunción del modelo social en el que está parasitado. La transmigración del alma capitalista por los diferentes cuerpos sociales ha llegado a su fin. Ahora le es imposible ocupar nuevos cuerpos a los que utilizar y por eso se ha desmaterializado, o en términos de Cohen, inmaterializado. La imagen adecuada de este último capitalismo no sería ya la del vampiro que ha de vivir a costa de la vida de los otros; ni tan siquiera la del zombie, tan manida en los dos últimos años para calificar a los bancos que se mantenían en activo pero que en realidad estaban en quiebra. No, la imagen adecuada es la del virus informático que se adueña de sus víctimas con el único fin de reproducirse. La película Matrix nos lo mostró con nitidez en el personaje del agente Smith, capaz de adoptar todos los cuerpos que poblaban Matrix, en una transmigración que tenía por objeto defender la matriz. De alguna manera el capitalismo es como el agente Smith: cambia de cuerpo para que permanezca igual en todo momento la estructura de apropiación de la riqueza por parte de la élite social.
Los apologistas del capitalismo no cejan en el intento de legitimarlo y de desmovilizar las críticas, pero cada vez duran menos sus legitimaciones porque la realidad avanza a pasos enormes y cada vez estamos más cerca de ver con la claridad con la que decía Pablo que seríamos conocidos, cara a cara.
1 comentario:
A veces se habla de valores intangibles, incluso en sentido positivo. Lo de capitalismo inmaterial me temo que de positivo no tiene nada. ¿Será un capitalismo que tiende a hacerse invisible, que se disfraza incluso bajo capa de beneficencia, como una mona que, aunque se vista de seda, mona se queda? Al hacerse invisible se convierte en una mona peor, porque sigue produciendo los mismos efectos, pero evita la crítica, la protesta. Capitalismo inmaterial que nos ha narcotizado a todos. No sé si te he entendido, pero te aseguro que despiertas interés e ideas.
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