martes, 22 de febrero de 2011

Encargarse de la realidad

Al paso que vamos no sé si lo de las alternativas se está agotando ya y hemos de cambiar el discurso. Yo mismo he participado de este discurso y empiezo a encontrar los límites estructurales del mismo. Un buen alumno me planteaba ayer mismo esta pregunta, con total sinceridad le dije que no sabía cuáles eran, pero creo que lo empiezo a ver claro: hemos de salir de una vez del paradigma globalizado postmoderno. Hay que empezar a hablar de éxodo del capitalismo. Hemos de empezar a tomar el camino de salida, dejando definitivamente todo lo que nos une a este modelo social, económico y político. Será difícil, a los hebreos les llevó cuarenta años en el desierto, pero tras el desierto está la tierra que mana leche y miel.

Sin embargo, a esto no han llegado todavía en el movimiento alterglobalizador que se reúne anualmente, esta vez en Dakar, África. Allí han llegado a constatar que con tantas pequeñas luchas no vamos a ningún sitio y que no son más que apéndices ridículos del modelo imperante, algo así como adornos caritativos. Se trata de una alternativa en el sistema, es decir, sin salir del marco categorial del capitalismo y que pretende hacer de la globalización un proceso de integración de los pueblos, las culturas y las ideas. Es una preservación del nivel básico de la globalización pero poniendo unos límites precisos a aquellos elementos que en ningún caso pueden formar parte de la globalización económica, es lo que se denomina los comunes, aquellos aspectos de la vida en el planeta que no pueden ser parcializados ni privatizados por pertenecer a todo el colectivo humano. Entre ellos figuran el aire que respiramos, el agua dulce, los mares y océanos, la biodiversidad de plantas y animales en el mundo, los genes que todas las criaturas transmiten a las generaciones siguientes, las reservas de conocimiento humano tradicional, los sistemas de apoyo comunales, el espacio público, las lenguas y culturas compartidas, en fin todo aquello que por naturaleza nos pertenece evidentemente a todos. Aunque también hay que añadir los comunes modernos. Si los anteriores son los tradicionales, aquellos que siempre han estado ahí y han pertenecido a todos los habitantes del planeta antes de la llegada del capitalismo en el siglo XV, ahora, en las sociedades modernas han hecho su aparición una serie de elementos que deben ser considerados como pertenecientes a todos los pueblos y seres humanos individuales. Hablamos de los derechos universales declarados por ONU: el derecho a la educación, la sanidad, la alimentación o la seguridad.

La idea rectora de esta alternativa, en cuanto alternativa, se centra en poner límites a la globalización, pero manteniendo el proceso de base. Según ellos, es suficiente con sacar del comercio mundial aquellos elementos básicos para el desarrollo de la vida humana en el planeta. Es una propuesta deudora de la tradición crítica kantiana seguida en el siglo XX por Hans Jonas en su Principio de responsabilidad. Son los nuevos imperativos categóricos que tendrían la formulación siguiente: «obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra», este sería el positivo, el negativo diría: «obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de esa vida». Estos imperativos tienen una virtud, que ponen a cada uno ante su propia responsabilidad en relación a las consecuencias de su acción; pero también tienen un vicio, que no ponen al mismo nivel las responsabilidades globales y estructurales, es decir, que el pecado estructural queda encubierto en los pecados individuales y se diluye en ellos. Si realmente queremos que una situación injusta o pecaminosa cambie, debemos atender a la vez el pecado y el reato de la pena. Si no sanamos in radice, la enfermedad continuará.

Lo dicho, hemos de empezar el éxodo del capitalismo y a eso estamos todos convocados. En primer lugar los cristianos, pero también el resto, porque todos somos responsables de este mundo que se nos cae por momentos. Se aceptan segerencias, especialmente de los alumnos, para los que además les va la nota en ello. Ya sabéis, el momento práxico, el encargarse de la realidad que decíamos ayer.


* A los alumnos de Teología y Globalización del Máster Universitario en Teología. Especialmente a Pedro Madrigal, suscitador de esta reflexión.

5 comentarios:

Martín dijo...

El éxodo es una buena categoría. Pero, como tú bien dices, funciona muy lentamente. Está todo tan enredado, y es tan poco lo que parece que se puede hacer, que hay que estar continuamente manteniendo y avivando la esperanza. Y hacer una gran labor de mentalización, porque tengo la impresión de que la doctrina social de la Iglesia, la más actual, más bien lo que critica es un capitalismo salvaje, sin reglas, y propugna un capitalismo con rostro humano. Por eso digo que se necesita mentalización y razones para la esperanza, o para seguir en la brecha.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Sí, Martín, esa DSI más actual que dices es la que ha cometido el mayor error de los últimos 100 años de DSI, ha dado un giro abismal y ha establecido esa distinción entre el sistema y la gestión del mismo. No hay dos capitalismo, uno salvaje y otro humano, el capitalismo es en sí mismo una salvajada antihumana que manifiesta lo que es en los márgenes pero que hoy lo está dejando ver en el centro. En poco tiempo veremos cómo aquí mismo el capitalismo se torna absolutamente voraz, pero eso lo encubrirán con mucha ideología y más bazofia mediática.

Anónimo dijo...

Si el capitalismo destruye al hombre y todo lo que toca es precisamente porque elimina el límite mismo. Por el contrario si el hombre y el mundo pueden ser tales es porque se reconocen en sus límites. Lo veo yo en mi hijo de 11 meses, cada vez que él reconoce sus límites se habre el espacio para que establezca relaciones, sin ellas acabaría devorando todo, los bosques, las piedras, el aire y hasta sus propias manos, como el capitalismo. Así mismo, una mujer abrazaría y degollaría permanentemente a zarigüeyas sin un hombre con la que medir los límites de su cuerpo y la cintura de su belleza. Pero es aquí, hoy,en mi casa, donde la mujer no encuentra nunca al amante y termina enloqueciendo. La carencia absoluta de límites de esta globalización capitalista nos impide contemplar las diferencias entre un niño y una zapatilla, entre responsabilidades estructurales y comprar un producto BIO y cualquier límite que impongamos estará destinado a engullirse su propia condición en pos del único fin permitido: la destrucción de todo y de todos. El límite y el capitalismo no son compatibles, la falta de límites es la energía que sostiene sus genes. Intentar poner límites al capitalismo es como meter productos de limpieza en un basurero para eliminar la basura; lo que entra en un basurero pasa a ser automáticamente basura, mientras permanezca dentro. Salgamos.
Un abrazo. René

Winibal dijo...

Últimamente no dispongo de mucho tiempo aunque este tema es apasionante y no me he podido resistir a entrar. Leyendo muchos de los temas que se proponen recuerdo “antiguos” debates de cuando yo empezaba a rondar este tipo estudios. Concretamente, esta crítica al capitalismo, rememora aquellos libros entrecruzados entre el jesuita Menéndez Ureña sobre el “el mito del socialismo cristiano”, al que el también jesuita González Faus contestaba con “el engaño de un capitalismo aceptable”. De esto hace ya más de veinte años. Creo que después vinieron los artículos, al menos en España, sobre “ el fin de la historia”… y se apagó el debate. Que es un engaño postular un “capitalismo aceptable” parece evidente. Ahora bien, yo me pregunta si el propio capitalismo y sus encantos nos habrá inhabilitado a todos para formular alternativas. Yo he estado diez años enredado con el tema del “comercio justo”, y el triste final del grupo que hemos estado trabajándolo, tienda incluida, ha sido la imposibilidad de llevarlo a cabo por no poder ya no competir, sino sobrevivir (alquiler de local, personal, …). En ocasiones tengo la sensación de que “matrix” tiene mucha fuerza y que , si bien en la película da la sensación de que se le puede conquistar algún terreno, en la realidad no. Y Sión, se queda sin combustible. No es pesimismo, a veces sólo cansancio, pero últimamente me da por pensar que esto de las alternativas al capitalismo sólo funciona en los apasionantes y necesarios debates teóricos; cuando “toca tierra”, fenece.

Por otra parte me pregunto, ¿qué se enseña en ICAI-ICADE, por ejemplo, que modelo económico se les inculca a quienes , según dicen, salen ya de allí con un asegurado puesto de trabajo de administradores de grandes empresas? Probablemente tengamos un caballo de Troya capitalista en nuestra propia iglesia con nuestros propios programas formativos. Y me pregunto, ¿no es esta la auténtica secularización interna de la Iglesia?

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Qué gozo tener otra vez tus comentarios por aquí, Winibal, y cuánta razón tienes. Parecía que el fin de la historia lo que había traído era el fin del fin del capitalismo, que ya habíamos olvidado la utopía y el Reino de Dios. Pero la realidad ha vuelto a imponerse y es triste que hubieron de ser los propios capitalistas los que reconocieran que el capitalismo estaba en peligro y que necesitaba respiración asistida del tan denostado Estado. Y caímos en la trampa de aceptar que había que salvarlo y lo salvamos.
Estoy convencido que no hay alternativas dentro del capitalismo. Tu dolorosa experiencia con el comercio justo es una prueba. Son remiendos que no acaban de hacer nada para modificar el capitalismo. Tenemos que ser conscientes de que el capitalismo siempre busca más y más beneficio y no se puede poner límites dentro de él. Hay que cambiar el modelo. No recuerdo quién ha dicho que el capitalismo es como un viejo zorro que cuando está ante el gallinero quiere que se quiten todas las vallas, pero cuando está ante los cazadores se vuelve a la causa del proteccionismo.
Pronto, lo único que podremos hacer es la revolución, pero a ver si esta vez nos sale bien, no como las otras que acabaron en lo mismo que pretendían modificar.

Un cordial saludo

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