domingo, 20 de marzo de 2011

¡Qué ingenuidad la mía!

¿Será que aún sigo siendo un poco optimista o será que la ingenuidad juvenil no me ha abandonado a pesar de haber superado con creces la edad de Rubén Darío? En el último post decía que el gobierno no podía hacerlo peor, peor imposible. La destrucción de la legislación laboral, la ruptura del Estado de Bienestar, la privatización de lo público y, por último, el regalo de las Cajas españolas a los fondos buitre. Creía yo que con esto se había llegado a lo máximo, sin embargo, los acontecimientos de estos dos últimos días me han dejado estupefacto. El presidente de un gobierno que criticó al anterior por meter a España en una guerra, acaba de lanzarse de bruces él mismo a otra y esta vez con participación militar explícita. El otro indigno presidente, y ya llevamos unos cuantos, al menos dejó fuera a nuestro ejército, tras haber asegurado los contratos para empresas españolas propiedad de sus amigos. Al fin y al cabo, esto se entiende desde la perspectiva crematística, si se puede sacar tajada aún a costa del asesinato de un millón de personas, pues se saca. Pero lo del actual inquilino de la Moncloa no tiene nombre, o si lo tiene es demasiado feo para ser publicado.
Me da en la nariz que la decisión de inmiscuirse en el reparto del petróleo libio por parte de las potencias occidentales responde más a una especie de mala conciencia, de ajuste de cuentas con el pasado, que de responsabilidad política internacional. Es como si quiera borrar el "error" cometido, el pecado original de su gobierno, que no fue otro que mentir sobre sus verdaderas intenciones. Ahora, diría, sí que hay una cobertura legal internacional para intervenir en Libia, cosa que no hubo en Irak. Por eso, ahora, nos lanzamos con todo, aunque no nos llevemos nada, porque Repsol va a tener difícil llevarse alguna tajada de los despojos de Libia cuando esto termine. La Total francesa, la BP británica y la Exxon estadounidense se repartirán la parte del león. A China y Rusia habrá que pagarles la abstención con alguna migaja y es muy posible que Italia también deba ser compensada. Como mucho, Repsol quedará con el 10% de lo que tenía hasta ahora. Por tanto, desde el punto de vista económico es una decisión desastrosa y desde el punto de vista estratégico de nulo resultado. Da la sensación que antes de abandonar Moncloa quiere dejar un recuerdo internaciona positivo que le asegure, como a los anteriores presidentes, una manutención dando conferencias o integrando consejos de administración de empresas privadas, vete tú a saber si en la misma Repsol.

El ataque a Libia sólo se explica por el hecho de ser la propietaria del 3,5% de las reservas probadas de petróleo mundial (como se puede ver en la imagen, las resevas de Libia son el 45% de toda África). Como ya indicamos en un post anterior, dadas las circunstancias mundiales de escases energética, es un bocado lo suficientemente suculento como para dejarlo escapar. Gadafi había empezado a desvariar, después de haber recibido el agasajo de todos los líderes occidentales. El petróleo libio empezaba a tomar rumbo a China, India y Rusia y eso podía hacer cambiar la correlación de fuerzas internacional, por eso ya se había preparado la intervención desde 2010 (ver enlace). Si Gadafi se une a Irán y Venezuela, entre los tres poseerían más del 25% de reservas probadas y eso les daría una fuerza demasiado grande como para dejarlo estar. Esa es la verdadera causa de este ataque contra Libia. Lo demás son excusas de mal pagador. Bien sabemos que lo de Egipto fue preparado por la CIA, como ha publicado el Telegraph, y que los rebeldes libios se agrupan en torno a un movimiento reciente que tuvo un congreso en USA financiado por la Agencia encargada de todas las revueltas que han beneficiado a Estados Unidos. En Egipto ha habido una retirada ordenada del dictador, en Túnez siguen gobernando los mismos y en Libia se ha forzado una guerra para poder intervenir. Sin embargo, Baréhin ha sido invadido por un ejército extranjero y la ONU no ha dicho nada. En Catar y en Arabia Saudí se está masacrando a la población y la ONU no abre la boca. En Kuwait se tortura sistemáticamente y los europeos van allí a apoyar al régimen. En Libia había un dictador asesino al que reíamos las gracias, hasta que nos ha sido posible eliminarlo. Y a esto le llaman derecho internacional. Esto no es más que la ley del más fuerte y el balance de poder. Y el inquilino de la Moncloa lo ha aprendido, tarde pero lo ha aprendido.

Con la resolución 1973 de Naciones Unidas se abre la puerta a cualquier intervención extranjera por motivos humanitarios. Es el nuevo rostro del Imperio, el imperialismo humanitario. Los pasos a dar están claros: 1. se propician revueltas en el país en cuestión; 2. se arma a pequeños grupos para que el gobierno responda con las armas; 3. se deja que la situación "madure" en la opinión pública occidental, convenientemente "informada" por los medios de comunicación; 4. se solicita una intervención militar para evitar la masacre; 5. se interviene y se cambia el régimen por otro "democrático" que nos proporcione lo que queremos.
Si el derecho internacional lo fuera de verdad, habría que intervenir en Baréhin, en Arabia Saudí, en Catar y en Guinea Ecuatorial. Pero no es eso lo que se pretende. Esta resolución es un traje a medida para los intereses energéticos occidentales. Creo, y espero equivocarme, que el procedimiento se intentará seguir en otros lugares. Irán debería estar pensándoselo bien.

3 comentarios:

Martín dijo...

Demasiadas veces se queda uno con la impresión de que la política es muy sucia. Y que las razones de Estado son razones económicas o de otro tipo que se prefieren ocultar. Lo malo es que uno no sabe ya cómo cambiar "la conciencia" de los Estados. Quizás es imposible porque no la tienen. Porque gobierne quien gobierne, al final gobiernan en realidad unos difusos poderes económicos, difusos para la mayor parte de la población, aunque seguro que tienen nombres muy concretos. Y nos guste o nos disguste todos estamos, en mayor o menor medida, metidos en esto que San Juan llamaba el pecado del mundo. Yo no soy optimismta, aunque sí creo que Dios dirige una historia en la que la mayoría de las decisiones humanas se toman contra su voluntad.

Anónimo dijo...

Pierde quien pone los muertos: el pueblo libio, como en su día el Iraqui, los pobres militares enviados si o si a la guerra.Perdemos todos Gana la industria de la guerra Y quienes manejan la compraventa de petroleo, los de zumosol, los ricos del barrio. Ni Alemania ni EEUU envian militares a la zona. Que los muertos los pongan otros, que para eso pagan facturas de los parientes pobres.
Gira il mondo gira...y que nos encuentre algo "resucitaos". Que no decaiga Bernardo... queda la palabra. La Palabra que nos asegura que esto acaba bien. Tiempo de Esperanza.

Anónimo dijo...

Ninguna Palabra puede salvaros o dar esperanza, ahora solo sirve para alimentar la necedad de los que realmente pueden cambiar todo esto, pero estamos saturados y desbordados de palabras, promesas, información... en estos tiempos la acción es lo que cuenta. La palabra ha perdido valor, todo lo que se diga de nada sirve.

María.

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