miércoles, 16 de marzo de 2011

Tsunami apocalíptico


Apocalipsis, en griego, significa revelación, desvelamiento de algo que está oculto y no puede ser conocido de no producirse un levantamiento del velo que lo cubre. El libro homónimo del Nuevo Testamento tiene esa función: explicar el significado oculto de las persecuciones y masacres de cristianos en el Imperio Romano al final del siglo I. En los acontecimientos de Japón también puede hablarse de apocalipsis, no en el sentido vulgar del término, destrucción y catástrofe, sino en el griego, revelación de algo que está oculto. Y lo que está oculto es la verdadera causa de los acontecimientos que se están verificando en el país nipón.
El terremoto y posterior tsunami, de dimensiones terribles, ha sacado a la luz la debilidad de la tercera potencia económica mundial. Durante decenios se han estado preparando para el Gran Terremoto. Han construido los edificios de tal forma que resistan un terremoto de máxima potencia, el sistema de transportes está automatizado para responder a los seísmos, la población ha sido educada y preparada para dar una respuesta modélica, como la que estamos contemplando. Incluso se ha llegado a establecer planes de emergencia para cualquier tipo de contingencia, pero lo que no habían previsto de ninguna manera es que la historia volviera a repetirse. Sesenta y un años después de Hiroshima y Nagashaki, la planta nuclear de Fukushima puede ser un nuevo Chernobil. No había sido previsto porque no hay forma humana de parar una reacción nuclear. Lo único que se puede hacer es prevenir el desastre, una vez producido es imparable. Los hechos lo demuestran a las claras y el Estado japonés se ve incapacitado para dar una respuesta.
Pero más grave que esto, siendo gravísimo, es que la tercera economía mundial no puede responder a la catástrofe humana provocada por el tsunami. No fue capaz de evacuar con celeridad a la población y eso es lo que ha provocado el mayor número de víctimas; se encuentra imposibilitada de asistir a los desplazados por sus propios medios y tiene que recurrir a la ayuda internacional; y no da la sensación de tener un plan coherente de evacuación de su población. Lo sucedido recuerda al desastre del Katrina. La primera potencia mundial fue incapaz de evacuar a su población y de darle asistencia. El motivo entonces y hoy es el mismo, el verdadero tsunami que ha barrido el mundo desde los años ochenta, el neoliberalismo. Durante los últimos treinta años, los penosos treinta les llaman algunos, la ideología imperante ha impuesto una total y absoluta desregulación de las relaciones sociales y económicas y una sistemática privatización de todos los servicios públicos, siendo USA y Japón dos insignias de este proceso. De esta forma, servicios que el Estado había prestado siempre, fueron privatizados, incluyendo la gestión de catástrofes, dejada en manos de empresas privadas que se rigen exclusivamente por el lucro. Esta empresas, al tomar los servicios públicos, reducen los gastos, tanto en personal como en medios, y sólo se dedican a hacer planes y pasar pruebas de Calidad estandarizadas que sólo aseguran que los papeles dicen lo que los papeles predicen, no que el servicio es de calidad real. Mientras no hay ninguna situación problemática, no salen las deficiencias reales, pero cuando llega la catástrofe entonces se ve la dimensión real de lo que se tiene.
Lo sucedido en Japón, igual que lo sucedido con el Katrina, debería hacernos pensar en lo que se nos avecina a todos. No me refiero al problema nuclear, que es uno más de los problemas, sino a la sistemática destrucción de las estructuras sociales y estatales, que nos pueden llevar a situaciones semejantes. Pienso en la privatización de AENA, empresa que gestiona los aeropuertos; pienso en la privatización de la sanidad; y pienso en la privatización de la propia vida. Los hechos actuales son apocalípticos porque revelan la verdad que se esconde tras el fin del modelo neoliberal que nos gobierna.

5 comentarios:

Martín dijo...

Son muchos los problemas implicados en el asunto que tratas. Sin duda la seguridad es cara, y no es una buena idea dejarla en manos privadas. Lo mismo que los servicios sociales necesarios para el buen funcionamiento de la sociedad. Pero, por otra parte, muchos no son partidarios de pagar más impuestos. Por otra parte, tampoco parecemos muy dispuestos a prescindir de determinadas comodidades que requieren buena energía. Lo queremos todo. Y queremos lo mejor y de forma inmediata. Y de pronto la tozuda realidad no hace caer en la cuenta de lo pequeñitos que somos, lo poco que necesitamos de verdad y, en suma, el vanidad de vanidades y todo vanidad.

Anónimo dijo...

Si bien el neoliberalismo globalizado que también rige en Japón provoca esta debilidad o incapacidad de respuesta que muestras, pienso que una verdad más grave y velada es que esta misma „debilidad“ es un arma fuerte del sistema. Me inclino a pensar que la catástrofe ha ocurrido y sigue ocurriendo de la manera en que lo está haciendo como parte de un plan premeditado, ya lo decías tú, la barbarie es racional. La naturaleza una vez mercantilizada es parte del negocio, como lo explica Naomi Klein en su (de Friedman) „la doctrina del shock“, y es bueno que esta exprese debidamente su crueldad. Las consecuencias, como las que vive Japón, derivadas de la privatización y la abolición de los servicios estatales no son una maca sino una necesidad del modelo neoliberal. Un desastre natural como este es necesario para seguir privatizando y que unos pocos sigan acaparando todo. Pienso que no es que Japón no haya sido capaz, sino que peor que eso,creo que simplemente no ha querido serlo. Y esto es importante que también pase en Japón, porque sabemos que en el capitalismo tanto la destrucción de capital como el terror que provoca una catástrofe como esta son imprescindibles. Tanto la privatización como el que adoptemos actitudes como las que dice Martín son características de un mal de fondo, el IGP es por completo una guerra contra la humanidad, aquí hasta la naturaleza -ya no tan natural- se vuelca contra el hombre. También creo que se nos avecinan inevitablemente, también sobre los ciegos que aún nos sentimos seguros, potentes “tsunamis“ que el capitalismo seguirá acogiendo con brazos abiertos como sus hijos que son hasta verse presa el mismo y con ello toda la humanidad del último de ellos, a menos que optemos por este otro mundo (im)posible que señalas, en donde el movimiento vital de placas tectónicas ya sea en Japón, en Chile o en Haití estará lejos de ser algo destructivo para la humanidad.
Un abrazo, René

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Sí, René, es así, pero he querido ser prudente hasta no tener todos los datos. Aunque mi recelo va por donde tú apuntas. Hace dos años, la OIEA advirtió a Japón de lo precarias que eran las medidas de seguridad nuclear. Japón no hizo nada y lo ocurrido ahora es la crónica de un desastre anunciado. El capitalismo del desastre necesita de éste para proseguir, pero puede que se le vuelva en contra, porque la gente no creo que aguante tanta injusticia.
Este desastre va a aumentar el miedo y por tanto el shock y así extender las medidas friedmanitas contra la humanidad.
Seguiremos alerta.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Claro, Bernardo, seguiremos alerta para ver quien se beneficia de este desastre, porque aquí, al igual que en haití, lo de "cherchez la femme"(post del 2.02.2010) también vale, y estaremos así más cerca de poder denunciar al verdadero culpable de esta y de otras catástrofes, que no es la naturaleza, como se nos quiere hacer creer.
René

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Por lo menos, en Alemania, donde vives, van a revisar la política nuclear, aunque sea por motivos electorales.

Saludos

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