viernes, 15 de julio de 2011

La existencia de Dios

La reciente traducción del libro de Swinburne, La existencia de Dios, por la editorial San Esteban y con magnífica traducción de Sixto Castro, nos permite el acceso en lengua castellana a uno de los ámbitos de estudio y reflexión más importantes en el mundo académico de habla inglesa, lo que se conoce como teísmo analítico y/o filosofía reformada. En este campo son Plantinga y Swinburne los máximos representantes, si no los únicos. Ciertamente, es un campo de reflexión que apasiona poco a los investigadores, aunque sí suscita mucho debate y aceradas críticas. Hemos de recordar las de Dawkins en El espejismo de Dios, referidas a Swinburne. Lo penoso es que los antiteos militantes, entre los que podemos identificar junto a Dawkins a los otros tres jinetes del apocalipsis ateo Hitchens, Harris y Dennett, no suelen utilizar argumentos reflexivos, sino que su rechazo despectivo les lleva a la argumentación ad hominem, descalificando al filósofo o teólogo que se atreva a mantener argumentos en favor de la existencia de Dios. En general, el común de la Academia y el común de los laicistas, y no entiendo bien el motivo de esta unión, tienden a despreciar cualquier argumento en favor de la existencia de un sentido en el Universo, porque en el fondo se trata de eso: cuando decimos que Dios existe, decimos que creemos que hay un sentido en todo esto, que las cosas tienen un fundamento y un fin y que nosotros jugamos un papel importante. Es muy difícil, como bien lo explica Plantinga, sostener el Naturalismo, es decir, que no existe nada parecido a un Dios, y mantener la creencia en la fiabilidad de nuestras percepciones. Si el Naturalismo es verdadero, el mundo no tiene sentido y la vida no merece la pena ser vivida, es un mero juego o una simple lucha constante de todos contra todos. Ni el amor, ni el compromiso, ni la entrega estarían justificadas desde el Naturalismo. Ahora bien, no debemos confundir, como así quieren los naturalistas, Naturalismo y Evolución. La teoría de la Evolución es válida dentro de posiciones teístas, diría yo que sólo es válida dentro de posiciones teístas; para el ateísmo es difícil aceptar la Evolución, pues esta incluye un proyecto. Lo dice muy bien Carlos Castrodeza, la teoría de la selección natural, base del darwinismo, implica una metafísica. Si hay selección hay seleccionador, sea cual fuere.
Yendo ahora a las tesis del libro de Swinburne, para este autor, la proposición "Dios existe" significa o es equivalente a "existe necesariamente un ser personal, espíritu puro, que necesariamente es eterno, perfectamente libre, omnipotente, omnisciente, perfectamente bueno y creador de todas las cosas" (p.24). Esta proposición es lo que conocemos como teísmo. Según él, y en esto difiero con el autor, esta es la tesis central del cristianismo, pero lo trataremos después.
Existen distintos argumentos para defender la posibilidad del teísmo. Entre los más conocidos están el cosmológico, el teleológico, el de la providencia, el de la existencia de la conciencia moral, el de los milagros y revelación y el de la experiencia religiosa. Estos, junto con sus variantes posibles, pueden formar el conjunto de argumentos en favor o en contra del teísmo. Ahora bien, no se trata de demostrar la existencia de Dios, sino de mostrar el grado de probabilidad de su existencia. En esto, Swinburne sigue la Teoría de la Confirmación reflejada en el Teorema de Bayes. En este teorema se trata de calcular la probabilidad de un suceso dados otros sucesos. Aplicado al caso de la existencia de Dios, el teorema diría así: la Probabilidad (P)
de la hipótesis de la existencia de Dios (h), dada la evidencia de los hechos (e) y los conocimientos antecedentes (k), es igual, en principio a la probabilidad de la no existencia dadas la misma evidencia y los mismos conocimientos antecedentes. Pero, si la probabilidad de la hipótesis de la existencia de Dios aumenta según los argumentos que se pueden argüir, entonces podríamos llegar a la conclusión de que la probabilidad de la existencia de Dios es mayor que 1/2 y si eso es así, que Dios exista es más probable que la no existencia.
Dicho en términos lógicos: P(h/e&k)>P(-h/e&k), luego la probabilidad de la hipótesis de la existencia es mayor a 1/2. Para que la probabilidad de la existencia sea mayor que la probabilidad de la no existencia, Swinburne recurre a una batería de argumentos que, y esto es lo importante, conjuntamente, hacen más probable la hipótesis de la existencia. Los argumentos, tomados individualmente son tan adecuados para probar la existencia como adecuados para no probarla, pero la conjunción de todos los argumentos, de forma sumativa, pueden hacer más probable la hipótesis. De esta forma, el resumen de la evidencia que hace más probable al existencia de Dios es la siguiente: existe un universo en el que existen seres conscientes y, entre ellos, los humanos, que son agentes de poder y conocimiento limitado, con libre albedrío y sujetos a deseos, pero que pueden elegir por sí mismos las acciones morales. Este mundo es providencial, es un mundo de hágalo usted mismo. En el mundo hay mucho mal, pero el mal no es inagotable y es, o bien producido por los humanos, o un tipo de mal necesario para que se den los bienes que son necesarios. En este mundo, además, existe mucho sufrimiento y es necesario que para los agentes conscientes que han sufrido mucho, exista una compensación más allá de esta vida, incluso, sería necesario que Dios se ocupara de hacerse cargo de este mal mediante la encarnación y ciertas intervenciones puntuales para evitar males o producir bienes, los milagros (pp.377-378).

El teísmo, según esta evidencia, es más probable que improbable, dado que de lo contrario los hechos no tendrían una justificación cabal y un universo con seres conscientes como los humano, necesita de alguna justificación, de lo contrario caemos en la destrucción del sentido del ser humano. En el fondo, la justificación que propone Swinburne, es una justificación del sentido, como decíamos al principio. Si la existencia de Dios es más probable se debe al hecho de la necesidad que tiene un ser moral de justificar su propia existencia. Desde la posición que defendemos en este blog, la existencia de Dios es algo que no necesitamos demostrar, el simple hecho de la existencia del ser humano lo muestra, pero sí es necesario justificar cómo es ese Dios al que atribuimos la Creación y del que creemos la Bondad máxima. Como bien dicen tanto Plantiga como Swinburne, el problema del mal es el único que puede poner en tela de juicio la fe en Dios. Si Dios es Dios, cómo consiente el mal. Desde Epicuro esta pregunta sigue vigente y tiene una solución que, a la vez, da solución a las otras dos aporías de Epicuro, la de la omnipotencia y la omnisciencia. Para crear, Dios no pone nada fuera de sí, sino que se retrae como medio para dejar espacio para lo otro de sí, esta contracción es lo que en Teología llamamos kénosis. Dios se niega a sí mismo la omnipotencia y la omnisciencia como forma de poder crear algo distinto de sí sin ser algo fuera de sí. Esta negación permite ser a lo creado, y en especial, permite que el ser humano sea un ser libre y moral, puesto que Dios ni puede ni sabe nada contra él ni por él. El hombre es la cumbre de la creación y Dios se relaciona con él de igual a igual. Pero, Dios sólo puede relacionarse por medio del amor, un amor que llega a la entrega hasta la muerte, como en el caso de la cruz de Jesús.

En definitiva, y en contra de Swinburne, Dios existe porque el hombre existe y porque se relaciona con él. Dios no es un chapucero que tiene que remediar con milagros su creación, y menos que tiene que reconducir su obra por medio de la Encarnación. No, Dios tuvo que elegir entre crear o no crear, una vez que eligió crear, sólo podía hacerlo así para que la creación permitiera seres libres y conscientes.

3 comentarios:

Martín dijo...

Enhorabuena, o mejor, gracias por esta presentación y esta lúcida crítica al libro de Swinburne. En ocasiones se hace un poco pesado, pero vale la pena el esfuerzo de leerlo. En otra línea distinta Newmann también hablaba de un argumento a base de un conjunto de probabilidades que vistas en conjunto se refuerzan unas a otras. Yo suelo decir que Dios no se prueba, pero se justifica o, dicho de otro modo, resulta razonable creer. Incluso más razonable que el no creer. Pero con Dios nunca se trata de pruebas. Por otra parte, yo sigo pensando que el verdadero problema para mucha gente de hoy, tanto creyentes como no creyentes, no es tanto Dios sí o Dios no, sino qué queremos decir cuando decimos Dios y qué consecuencias vitales se derivan de este decir Dios.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Querido Martín, me comenta Lluís Oviedo que en Oxford, Swinburne es consciente de su situación de minoría, pero eso lo hace más valioso aún. Aunque yo tampoco puedo compartir ciertos extremos, me parece una aportación muy valiosa, al igual que la de Plantinga, a la argumentación actual sobre el teísmo. Hay que tener muy en cuenta el "contexto" en el que se da y eso lo hace de un valor incalculable. Yo también creo que Dios se justifica, nunca se prueba, pero esta manera de "probar la probabilidad" permite dialogar con el mundo académico actual.

Un abrazo

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Se me olvidaba: esta noche, en Onda Regional, hablaremos sobre este libro. Parece raro, ¿verdad? que un programa de radio esté interesado en estas cosas. Gracias a Dios hay sitios donde todavía interesa.

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