martes, 15 de noviembre de 2011

La "dulce" esclavitud infantil

En las fechas que se avecinan las técnicas de marketing junto con el poder de los medios audiovisuales van a poner en nuestras casas, en nuestras reuniones familiares y en nuestras mesas, las imágenes más suculentas de la enorme serie de dulces, chocolates y distintas tentaciones propias de estas fiestas que nos amenazan con invadir nuestras reblandecidas conciencias. Se volverá a perpetrar el asalto a nuestros bolsillos por medio del debilitamiento de los intelectos. Pero lo que nunca nos mostrarán, lo que jamás aparecerá en los medios, es el sistema de producción de todos esos maravillosos productos de refinados sabores. Ninguna imagen real se filtrará entre la lluvia fina que supone la publicidad. Si acaso, algún documental a deshora para colmar las expectativas de la mala conciencia, pero nada de una explicación sistemática y profunda del modelo de producción, distribución y consumo de los típicos productos navideños.
La web actuble nos presenta la oportunidad de intervenir en la campaña navideña con algo de conciencia, pidiendo a una de las más grandes empresas dedicadas a la producción de dulces y chocalates, que se comprometa a que el cacao que utilice procede de comercio justo, con lo que se evitaría la utilización de mano de obra infantil, principalmente. Las empresas que se dedican a estos productos se aprovechan de las condiciones de explotación y esclavitud existentes en los países productores para obtener precios irrisorios en sus compras y así aumentar sus beneficios. Es más, son sus políticas de precios bajos en origen las que ayudan a que los productores bajen los salarios y las familias se vean en la necesidad de hacer trabajar a los niños para poder alimentarse. Si las reglas del juego estuvieran delimitadas para todos y se evitara el sistema de oligopolio en la compra y distribución de productos como el cacao, las condiciones de vida de esos millones de niños obligados a trabajar podrían mejorar enormemente. En parte depende de nosotros, los consumidores, conseguir que estas empresas respeten las más mínimas normas éticas en sus relaciones comerciales. Basta con amenazar con no comprar sus productos para conseguir que las cosas cambien. Pero es necesario que seamos muchos. Un ejemplo claro de lo conseguido por esta web ha sido el caso del programa de Tele 5 La Noria. Tras la emisión de la entrevista a la madre del Cuco, se movilizó una campaña en la web contra las empresas que patrocinan el programa. Cinco grandes firmas se han retirado y eso ha puesto en jaque al programa y sus técnicas televisivas. En la sociedad de consumo, los consumidores tenemos ese poder de amenazar a las empresas. Es el único poder con el que contamos aún en medio de la vorágine del mercado y hemos de usarlo para estos fines.

Son 248 millones de niños los que en todo el mundo son esclavizados para obtener el máximo beneficio con un pequeño coste económico, pero con un gran coste humano y moral. La única manera de poder evitarlo es ser conscientes del sistema de explotación de mano de obra a nivel internacional y de las empresas que lo realizan. La mayor parte de la esclavitud infantil se sitúa en la industria de ropa y calzado y en el recolección de frutos y frutas. Basta con boicotear activamente estas empresas y las cosas pueden cambiar. No es mucho lo que podemos hacer, pero somos responsables de la parte que nos toca. Si consumimos esos productos estamos siendo cómplices del crimen. Por tanto, si queremos pasar unas felices fiestas en paz con nuestra conciencia, no colaboremos con el mal que se está cometiendo. Dos pasos hay que dar: información y acción. Seamos consecuentes con lo que decimos sentir en estas fechas.

1 comentario:

Martín dijo...

La explotación infantil, bien en el trabajo, y no digamos con los niños soldados, me parece una de las lacras de nuestra sociedad. No está mal, de cara a las Navidades y siempre, recordar la parte que nos toca en posibles complicidades, a veces inconscientes y no queridas. Pero también somos responsables de las consecuencias no queridas de nuestros actos.

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