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Hace cinco años empezó una marea de indignación que pronto recorrió el planeta entero. Miles de manifestaciones por todo el globo. Millones de manifestantes proclamando la necesidad de un control de la economía por parte de los pueblos. La indignación se convirtió en un tsunami colectivo que pretendía arrastrar las injusticias que nos habían puesto en una situación de colapso mundial. En los programas de televisión y radio y en las columnas de los periódicos se pedía, en diversos grados, un cambio del modelo económico y social, una, cuando menos, refundación del capitalismo, si es que no se puede acabar con él.
Pero nada de eso se ha impuesto. Muy al contrario, los dueños de la situación mundial han impuesto su propia agenda para salir de la crisis, para salir ellos de la crisis. Es una agenda muy clara. Lo primero es encontrar al causante de la misma. Por supuesto, no es el sistema financiero, sino el despilfarro de los Estados que han gastado lo que no tenían y se han endeudado de más. Ahora tienen que recortar el gasto, adelgazar la administración, cobrar por los servicios que antes prestaba gratuitamente y, si queremos crecer económicamente, reducir los impuestos a los emprendedores, reducir el coste del despido, eliminar las trabas del mercado laboral, bajar los salarios y dejar de primar a los parados. Esta es la agenda que todos los gobiernos de Europa están siguiendo a rajatabla, y el que no quiera ya sabe lo que va a recibir: el correctivo de los mercados financieros. Y es una agenda tan bien impuesta a través de los medios de comunicación que sorprende que nadie se acuerde que los Estados se endeudaron para rescatar al sector financiero. Que en USA llevan casi 8 billones, pero de los europeos, en rescates; que en Europa son ya, según los datos de la OCDE, 1.6 billones de euros; y que en España son 250.000 millones de euros. Cómo es posible que estos datos se oculten, que el público en su mayoría no entienda que los Estados, pero especialmente España, apenas tenían una deuda pública digna de mención, inferior al 60% del PIB en España y con un seperávit presupuestario en los últimos años. Cómo es posible que se culpe a las políticas públicas de la situación de deuda, cuando esta se ha producido, no por el endeudamiento público, sino por el anuncio del gobierno español en 2008 y 2009 de que aseguraba todos los depósitos bancarios, lo que es lo mismo que asumir su deuda. Cómo es posible que no podamos hacer entender que los rescates a la banca, con o sin préstamos estatales, son un modo de hacer pública la deuda privada mientras las entidades financieras siguen teniendo beneficios y engordando sus cuentas privadas. Qué ha pasado para que la verdad del origen próximo de la crisis haya sido sustituida tan fácilmente por una falacia que sólo beneficia a los que tienen el dinero, es decir, a los causantes de la crisis.
Pero nada de eso se ha impuesto. Muy al contrario, los dueños de la situación mundial han impuesto su propia agenda para salir de la crisis, para salir ellos de la crisis. Es una agenda muy clara. Lo primero es encontrar al causante de la misma. Por supuesto, no es el sistema financiero, sino el despilfarro de los Estados que han gastado lo que no tenían y se han endeudado de más. Ahora tienen que recortar el gasto, adelgazar la administración, cobrar por los servicios que antes prestaba gratuitamente y, si queremos crecer económicamente, reducir los impuestos a los emprendedores, reducir el coste del despido, eliminar las trabas del mercado laboral, bajar los salarios y dejar de primar a los parados. Esta es la agenda que todos los gobiernos de Europa están siguiendo a rajatabla, y el que no quiera ya sabe lo que va a recibir: el correctivo de los mercados financieros. Y es una agenda tan bien impuesta a través de los medios de comunicación que sorprende que nadie se acuerde que los Estados se endeudaron para rescatar al sector financiero. Que en USA llevan casi 8 billones, pero de los europeos, en rescates; que en Europa son ya, según los datos de la OCDE, 1.6 billones de euros; y que en España son 250.000 millones de euros. Cómo es posible que estos datos se oculten, que el público en su mayoría no entienda que los Estados, pero especialmente España, apenas tenían una deuda pública digna de mención, inferior al 60% del PIB en España y con un seperávit presupuestario en los últimos años. Cómo es posible que se culpe a las políticas públicas de la situación de deuda, cuando esta se ha producido, no por el endeudamiento público, sino por el anuncio del gobierno español en 2008 y 2009 de que aseguraba todos los depósitos bancarios, lo que es lo mismo que asumir su deuda. Cómo es posible que no podamos hacer entender que los rescates a la banca, con o sin préstamos estatales, son un modo de hacer pública la deuda privada mientras las entidades financieras siguen teniendo beneficios y engordando sus cuentas privadas. Qué ha pasado para que la verdad del origen próximo de la crisis haya sido sustituida tan fácilmente por una falacia que sólo beneficia a los que tienen el dinero, es decir, a los causantes de la crisis.
La respuesta a estas preguntas es sólo una: nos han robado los cuerpos de la gente y han formateado su disco duro. No hay otra posibilidad de entender esto. Pero lo más grave está por llegar, pues si aceptamos esto no nos quedará más remedio que llegar hasta el final del proceso de salida ultraliberal de la crisis: destrucción del Estado como garante de la justicia, eliminación de las trabas al enriquecimiento de las megaempresas y conversión de la sociedad en una masa de individuos atomizados, luchando por la supervivencia en medio de un mundo en ruina ecológica. Pero aún me queda una cuestión: ¿llegaremos al momento en el que no quede nadie con capacidad para distinguir la diferencia entre los cuerpos reales y los formateados?
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