domingo, 13 de mayo de 2012

Los cuatro infinitos

Antes de la imagen actual del Universo, las culturas y religiones tradicionales, incluidas entre ellas el propio cristianismo con su visión bíblica del mundo y de la vida, incluían todo lo real dentro de una dimensión de infinito única: lo divino. El mundo era considerado dentro de dos parámetros que lo delimitaban, el espacio y el tiempo, ambos finitos y conmensurables; solo Dios era infinito e inconmensurable. El mundo se entendía en dependencia de Dios, pero separado de él. El hombre vivía expatriado en el mundo, o bien, encarcelado en él, no había opción para la integración de la realidad humana en el mundo. Aunque la visión semita de la existencia no responde a esta percepción, más bien justo lo contrario, a lo largo de los varios siglos de contacto e imposición de la cultura griega en el ámbito del mediterráneo, el pensamiento judío, matriz del cristiano, fue adquiriendo los elementos fundamentales de la cosmovisión helénica y adoptando la imagen dualista del Universo y la existencia humana que puede resumirse en pocos puntos.

En primer lugar, el mundo es un lugar extraño al hombre; ni proviene de él ni permanece en él. En segundo lugar, el hombre es en esencia algo de fuera del mundo, algo divino que debe volver a lo divino por algún medio. En tercer lugar, el medio de volver a lo divino es mediante un proceso que supone la negación de la propia vida integrada en el Universo. Y por último, no hay integración posible entre Dios, hombre y mundo, pues son en esencia distintos y ajenos. Estos elementos que resumen lo que aun hoy cree el común de los creyentes de las religiones monoteístas y que domina el sentido sobre lo que es la religión, ni forma parte de lo que de verdad es la esencia de la fe cristiana, ni puede sostenerse según la visión actual del Universo y del hombre que nos aporta la Ciencia. Pero lo más interesante de esto es que las dos visiones, la de la fe cristiana y la de la Ciencia, son complementarias, a pesar de lo que la mayoría de las personas crea, y la complementariedad viene dada de la integración de todo lo real por medio de los cuatro infinitos.

La Ciencia nos dice que el Universo entero se estructura en tres infinitos: lo inmenso, lo infinitesimal y lo complejo. La imagen que lo puede hacer palpable es una esfera. El Universo comienza con el Big-bang en una explosión inicial que crea todo lo existente, desde la inmensidad del Universo en expansión hasta la inmensidad de las partículas elementales, ambos infinitos inconmensurables para lo humano. El radio de esa esfera lo constituye el tiempo. A medida que se expande el Universo, aumenta el radio, es decir el tiempo y con él la complejidad de los elementos del Universo, hasta el punto de generar la vida, desde la simple existencia biológica, pasando por la zoológica y la constitución psíquica de los seres superiores. Cada paso, nos dice la evolución, supone un salto en complejidad que no puede ser explicado de forma plena por la mera suma de los elementos precedentes. Por ejemplo, la aparición del ADN no es una simple suma de aminoacidos, sino que supone un salto evolutivo que multiplica por millones todo lo que había con anterioridad. En este proceso de lo complejo llegamos al último de los saltos que es la conformación del espíritu en el Universo como resultado de los seres humanos. Ahora bien, ese espíritu abre la posibilidad del último infinito, aquel que la ciencia solo atisba y que está en el núcleo mismo de la fe semíta en la línea de los profetas: la esperanza del futuro absoluto. Se trata de un futuro no reductible a la mera dimensión temporal, es un futuro que se ofrece como plenitud del desarrollo evolutivo de los tres infinitos precedentes, lo inmenso, lo infinitesimal y lo complejo. Este infinito último y definitivo es el que constituye a los seres humanos y los guía hacia la integración de todo lo real, superando las divisiones dualistas precedentes.

Ciencia y Fe cristiana, a mi parecer, se complementan. La Ciencia nos aporta una imagen del Universo integrada donde el hombre forma parte sustancial del mismo; la Fe cristiana nos permite abrir la propia experiencia a una integración absoluta de todas las dimensiones que constituyen lo real, sin divisiones y sin cesuras de sentido. Una y otra son necesarias para integrar la complejidad y vivir plenamente lo humano. Es seguro que otras tradiciones religiosas también pueden llegar hasta aquí, especialmente el budismo, pero lo harán con cierta dificultad. Distinto es el caso de la concepción fundamentalista cristiana compilada bajo la mofa del Diseño Inteligente, teoría que tiene más de diseño que de inteligente, remedo de dualismo gnóstico y pseudociencia, y el mayor enemigo de la inteligencia de la fe. Hablaremos de ello.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Bernardo: gracias por enviarme el enlace. Como sabes, no comparto tus creencias, pero eso no me impide apreciar el diálogo que estableces entre tu fe y la imagen del mundo que nos va desvelando la ciencia, sin adulterarla. Me parece la forma más honesta de hacerlo. Supongo que, para tí, la fe enriquece esa imagen con una dimensión a la que los no creyentes somos ciegos. Conozco esa sensación porque, en su día, tuve una visión parecida del mundo, muy inspirado por Teilhard.
Ahora tengo una perspectiva puramente inmanente del universo y de la presencia humana en él, pero eso no ha desvirtuado de ningún modo mi aprecio por las oportunidades que ese universo nos brinda para labrarnos una vida buena a años luz de las actuales limitaciones, y encuentro en ello el mismo impulso "místico" (si me permites la expresión) que antes encontraba. Saber que sólo tenemos este mundo y esta vida y que tenemos tanto que ganar me hace ser especialmente inconformista con las actuales torpezas y con los obstáculos que nos empeñamos en poner en nuestro camino.
Es mucho lo que compartimos. Enhorabuena por tu blog.
José David Sacristán

Anónimo dijo...

Querido Bernardo: gracias por enviarme el enlace. Como sabes, no comparto tus creencias, pero eso no me impide apreciar el diálogo que estableces entre tu fe y la imagen del mundo que nos va desvelando la ciencia, sin adulterarla. Me parece la forma más honesta de hacerlo. Supongo que, para tí, la fe enriquece esa imagen con una dimensión a la que los no creyentes somos ciegos. Conozco esa sensación porque, en su día, tuve una visión parecida del mundo, muy inspirado por Teilhard.
Ahora tengo una perspectiva puramente inmanente del universo y de la presencia humana en él, y eso no ha desvirtuado de ningún modo mi aprecio por las oportunidades que ese universo nos brinda para labrarnos una vida buena a años luz de las actuales limitaciones. Encuentro en ello el mismo impulso "místico" (si me permites la expresión) que antes encontraba. Saber que sólo tenemos este mundo y esta vida y que tenemos tanto que ganar me hace ser especialmente inconformista con las actuales torpezas y con los obstáculos quenos empeñamos en poner en nuestro camino.
Es mucho lo que compartimos. Enhorabuena por tu blog.
José David Sacristán

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Querido José David, muchas gracias por leer este espacio. Sé que no coincidimos en este punto de la fe y la ciencia, pero eso hace nuestras visiones más necesarias aún. Sabes que he gozado leyendo tus argumentos en los magníficos libros que hasta ahora he podido leer y que hay mucho en ellos para mí valioso, hasta el punto que los utilizaré en una asignatura que comienzo el próximo curso: Filosofía de la Naturaleza y la Ciencia, aunque ya imaginas que seré crítico, pero tus argumentos son de peso y permiten incrementar el conocimiento de la fe, que eso es la teología, no la basura ideológica que se hace en Estados Unidos con el Diseño Inteligente y el mal llamado creacionismo.
Sin embargo, me gustaría que reparases en una cuestión: estamos ambos muy cercanos a Democracia Real Ya, el 15M y todo el movimiento novedoso que viene propiciándose en España debido a la crisis del Capitalismo y la burla democrática en que estamos. Este movimiento solo es posible si en el Universo puede darse una novedad en sentido propio del término. Si todo puede ser explicado por el pasado, si el futuro es simplemente deducible del pasado, de sus causas, entonces no habrá novedad. La Novedad es parte sustancial de ese cuarto infinito que a nivel físico es el Tiempo, a nivel histórico es la Utopía y a nivel existencial es la Esperanza. Esa Esperanza es la causa, la retrocausa, porque viene del futuro y actúa en el presente, de la Fe y el constitutivo esencial del Amor como motor de la existencia y del cambio en la realidad humana. Como ves las tres virtudes teologales conforman la realidad humana y universal.
Esta es mi posición hoy. Mañana Dios dirá, pero la realidad concreta del compromiso con las generaciones futuras, los hijos, y con los que nos precedieron, nos empuja a seguir creyendo en la Novedad, en la Buena Noticia, en el Reino de Amor y Justicia.

Un fuerte abrazo.

Unknown dijo...

Me he quedado boquiabierto, al sin querer, (pero siempre conducido por esa sincronia dirigida por lo inenarrable) encontrar tan magnifico articulo, tan hermoso conocimiento de lo terreno y lo divino. Tanto el articulo como tan hermosa respuesta. Desde Mexico, un canario que sera seguidor de este magnifico blog. Gracias.

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