viernes, 22 de enero de 2016

Greed is good

En el film Wall Street, Gekko, el personaje que encarna Michael Douglas, dice una frase que se ha hecho proverbial en el capitalismo de los últimos años: greed is good, la codicia es buena. No solo es como un mantra para los adalidades de este sistema económico, sino que lo han puesto en práctica, de modo que han conseguido lo que persiguen. Hoy, el 1% de la población más rica del planeta, 72 millones de personas, posees más que el resto del planeta junto, 7200 millones. El informe de Oxfam lo deja bien claro y no permite dudas al respecto. En España es más acusado el incremento de la desigualdad. En los últimos cinco años los 20 más ricos de España han aumentado su riqueza un 15%, justo el mismo porcentaje que ha disminuido la riqueza del resto de la población. Es muy curioso que estos datos no lleven a la conclusión que lleva a Oxfam: estamos ante una economía al servicio del 1%, no del 100% de la población. Es decir, no vivimos en una economía basada en el bien común, sino en el bien privado de unos pocos.

Lo más grave de esta situación es que el lema de Gekko se ha extendido, de modo que desde los medios de comunicación se extiende la bondad de la codicia. Incluso entre gentes que se llaman católicos. Hemos podido escuchar a directores de medios decir que la desigualdad genera riqueza y crecimiento y se amparan en los datos macroeconómicos que son los que todas las agencias internacionales toman. Efectivamente, en España crece la economía al 3% este año, pero el crecimiento va a parar exclusivamente a ese 1% más rico, que cada vez es más rico a costa del debilitamiento del resto de la población. Pero es un discurso que cala entre el público. El pensionista cree que si no crecemos no podrán pagarle la pensión. El parado piensa que si no crecemos no tendrá empleo en el futuro. El que tiene trabajo piensa que si no crecemos podrá perder el empleo. Los pobres piensan que si no crecemos nunca dejarán de ser pobres. Es un discurso falaz que la gente ha comprado casi en masa, como demuestran los resultados de las últimas elecciones. Pero la realidad no es así.

La realidad es que el crecimiento económico solo se traduce en más riqueza para los ricos y más desigualdad. Los motivos son claros para quien tengan dos dedos de frente: las pensiones no pueden subir porque una ley del gobierno ahora en funciones impide que suban más del 0,25%, por tanto el crecimiento nunca se traducirá en aumento de las pensiones. Los parados no encuentran trabajo porque la reforma laboral impide que se creen puestos de trabajo de verdad, solo se crean trabajos por horas que no permiten salir de la miseria, dando lugar a que tengamos el mayor número de Europa de trabajadores pobres. Los pobres no salen de la pobreza a pesar del crecimiento porque las estructuras del estado social se han debilitado para que eso no se produzca. En definitiva, que el marco legal actual está estructurado para que la riqueza vaya a unos pocos, mientras el resto no ve el resultado de ese crecimiento económico. Es decir, es un sistema injusto que sostiene a una parte de la población a costa de la inmensa mayoría.

Además, se ha extendido entre la mayoría de la población que esto debe ser así y que cualquier otra alternativa es el caos más absoluto. La campaña mediática para evitar un gobierno alternativo nos demuestra cómo se ideologiza al pueblo, pero es posible otra economía al servicio de la inmensa mayoría. Sería tan fácil como derogar las leyes que permiten el robo sistemático de la riqueza por parte del 1% y poner esa riqueza al servicio del 99%. Para ello hay que educar a la gente. La codicia no es buena, es mala, porque la codicia supone superar los límites naturales humanos, lo que la Escritura entiende como pecado, hybris. Esta hybris no es sino sobrepasar los límites en cada momento y la codicia lo es, es un mal en sí mismo. Hay que sustituir la codicia por la verdadera austeridad y la solidaridad. No una solidaridad convertida en parque temático del capitalismo ñoño, sino la verdadera solidaridad que supone la mosericordia y la compasión. No tomar más de lo que necesitas, dar incluso de lo que tú necesitas. Con estos criterios se puede construir una sociedad justa donde impere el bien común. Lo cual supone acabar con el capitalismo, por eso no lo quiere ni el 1% ni los medios que ellos controlan, casi todos. Por eso extienden el mantra de que la codicia y la desigualdad son buenas, generan riqueza y crecimiento.

Un gobierno que quiera poner esto en práctica lo tiene bien fácil: debe cambiar las leyes de modo que la riqueza sea un bien social, como así dice nuestra Constitución (Art. 128*). De la misma manera que Roosevelt aplicó las máximas de Keynes a la economía para rescatar a la población, hoy se puede aplicar una ley impositiva que revierta el latrocinio de los últimos años y ponga la riqueza generada al servicio del país. En España hay más de 4 billones de euros en concepto de patrimonio del 10% de la población. Ese dinero ahora sirve los intereses de una minoría, se trata de ponerlo a trabajar para la mayoría, no de quitárselo, sino de que esté al servicio de la mayoría, generando igualdad en aplicación de las máximas del bien común, la justicia, la solidaridad y la igualdad, criterios todos ellos que defiende la Doctrina Social de la Iglesia y que no se aplican en España.

Hay que decirlo alto y claro: la codicia es mala siempre y la desigualdad genera injusticia. No puede existir el bien común en un país que se rige por la codicia y la desigualdad como normas sociales. 


Artículo 128
    1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.
    2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.

3 comentarios:

Ángel Corbí dijo...

El término crecimiento se ha instalado de tal forma en el discurso político cotidiano que, como dices, se asume con total normalidad. Y cualquier otro discurso que ponga en duda dicho concepto - si alguien lo pone en duda - es considerado como una cosa terrible, antisistema, peligro para nuestra(su)economía y estabilidad. Una vez más, como decía mi padre, nos hacen comulgar con rueda de molino.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Sí, Ángel, tu padre tenía tanta razón o más que un santo.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Bernardo, gracias por abrir paso a la "Buena noticia" de que otra economía, otra sociedad, otra vida es posible, necesaria, urgente...

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