La propuesta del Papa Francisco en Laudato Si’ va más allá
de, como algunos han pretendido, incorporar las preocupaciones medioambientales
a la Doctrina Social de la Iglesia. Francisco realiza un fino análisis de los
problemas globales que afectan a la humanidad y, como San Francisco en el siglo
XII, descubre que hay dos realidades profundamente interconectadas: el
sufrimiento de los pobres y el sufrimiento de la Tierra como ecosistema global.
Estas dos realidades están interconectadas porque hay un modelo económico,
social y político, el neoliberalismo globalizado hoy, el capitalismo emergente
en el siglo XII, que es el causante de estos dos males. Según las propias
palabras de Francisco, vivimos bajo una economía que mata, literalmente. Que
mata a las personas y que mata al planeta entero. Esta muerte no está causada
por motivos imposibles de evitar o por consecuencias inesperadas, sino por el
desarrollo de la propia lógica del sistema económico imperante.
El problema está ahí, en la lógica que subyace al modelo
imperante. Es una lógica basada en el lucro sin ningún límite. Esta ausencia de
límite es, precisamente, la raíz del pecado en el relato bíblico de la
expulsión del paraíso. Cuando Adán y Eva traspasan el límite de lo que les era
posible, al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, han
ido más allá de lo que les constituye como humanos. Ser humano es vivir en un
mundo con unos límites precisos: límites morales, límites físicos y límites
metafísicos. Cuando se sobrepasan los límites la hybris atrapa al hombre y este se convierte en un ser distinto a su
vocación. Dios puso al hombre en medio del jardín para que lo cuidara y
protegiera; le dio un mandato, comer de todos los árboles, y un límite, no
comer de uno de ellos. Le advirtió de las consecuencias, la muerte, y las asumió
al trasgredir el límite. Tras pasar el límite moral, no comer del árbol, el
límite pasa a ser ontológico: deber morir. Antes de pasar el límite no tenía
por qué morir; tras pasarlo no puede no morir. La mortalidad, el límite dentro
de la estructura ontológica del hombre, es la consecuencia de la
extralimitación moral.
Hoy, el hombre ha sobrepasado el límite impuesto por el
medio natural que le rodea. Con la ciencia y la técnica es capaz de destruir
aquello que le fue dado para cuidar. Como en el relato genesíaco, este
rebasamiento del límite le llevará a no poder no morir como especie. Lo que in illo tempore causó la mortalidad
personal, hoy puede causar la mortalidad como especie. Contra esto se levanta
el Papa Francisco en esta atrevida e inusual encíclica y lo hace poniendo sobre
la mesa los problemas que afectan a nuestra casa común, la Tierra, y destapando
las causas profundas, las humanas, que nos llevan a esta situación. Queremos mostrar lo que propone Francisco, pero dando un paso más
sobre su reflexión, de modo que quede clara la incompatibilidad de lo humano
respecto al modelo social y económico imperante, el capitalismo neoliberal
globalizado, y la urgencia por una revolución que, como ha dicho el Papa,
deberá ser de ternura y misericordia, pero una revolución al fin. Hablaremos de ello en otros post.
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