lunes, 16 de abril de 2018

Lo que queda de la Iglesia hoy



Les Éditions du Cerf lleva muchos años nutriendo el pensamiento cristiano y ofreciendo una teología en contacto con la tradición pero siempre novedosa, para que la teología avance en la exposición de la fe, atendiendo a los problemas que el mundo suscita a la reflexión teológica. Como editorial vinculada a los padres dominicos, tiene la pretensión de difundir el pensamiento que brota del evangelio y de predicar por todo el mundo la Palabra de Dios. Libros como este que tenemos ante nosotros son un claro ejemplo de todo esto: es un libro que profundiza en la Tradición creyente que nace en la Biblia para, desde ahí, iluminar los problemas del presente en una Iglesia que necesita de claridad ante retos cada vez más exigentes. Con el gran biblista, y experto en Antiguo Testamento, Walter Vogels, podemos arrojar luz sobre uno de los acontecimientos que más perplejidad supone entre muchos creyentes en estos momentos: el vaciamiento de las iglesias y la desafección de una buena parte de los fieles en Occidente.

El autor no se anda con paños calientes. Si bien el número de católicos y cristianos en general aumenta en el mundo, por causa de los países empobrecidos, en el mundo occidental la reducción de las personas que se dicen cristianas ha entrado en barrena. Los datos son incontestables. En Europa occidental se llaman creyentes apenas un 43% de las personas encuestadas. En Francia, por poner un claro ejemplo del proceso, se ha pasado de más de un 80% en los años ochenta a menos de un 40%. Y los estudios sobre la juventud no proporcionan datos alentadores para el futuro. Lo más probable es que en unas décadas, la manifestación de creencia en Europa sea testimonial. Ante esta situación de secularización progresiva de las sociedades occidentales, un experto como Vogels, se dirige directamente a la Biblia para buscar una respuesta. La Biblia, como siempre lo hizo, puede iluminar la comprensión del mundo en que vivimos, de hecho, la Biblia es un libro que refleja la comprensión del mundo a lo largo de la historia del pueblo hebreo y la misma Iglesia.

Vogels ve tres posibles respuestas. La primera es la de los profetas de desgracias: Esta situación no tiene remedio y solo podrá empeorar. En el otro extremo están los profetas de la gracia: la Iglesia pierde fuerza en Occidente, pero en el conjunto del mundo aumenta, tanto en África como en América y Asia. En medio de estas dos posturas extremas están los que se dicen verdaderos profetas: esta situación da la oportunidad a la Iglesia para volver a los orígenes de humildad y pequeñez, para ser el grano de trigo, la sal o la levadura. El cristianismo o la Iglesia no están en riesgo de desaparecer, como afirmarían unos, ni tampoco está en plenitud, como creen otros. La actual situación es un cambio de forma de la Iglesia que le puede permitir, paradójicamente, superar las dificultades y ser más fiel a su origen. Vogels afirma taxativamente: “me parece que esto que le pasa a la Iglesia puede ser esclarecido por el tema bíblico del ‘resto’, presente en multitud de textos” (31). La obra es la puesta en práctica de este esclarecimiento.


Tres capítulos desgranan el tema bíblico del ‘resto’. En el primero de ellos, el capítulo 2, aborda el origen, el vocabulario y la evolución del tema del ‘resto’ en la Biblia. Tenemos su origen en el profeta Amós, que fue el primero en utilizarlo para, por un lado advertir a los habitantes del Reino de Norte, y, al final, para dar esperanza. Tras el desastre, un ‘resto’ quedará, solo un resto, pero un resto al fin. De ahí tomará Yahvé y volverá a sacar un pueblo, fiel y misericordioso. Desde aquí, tras la vuelta del exilio, el tema del ‘resto’ se aplica a prácticamente todo el Antiguo Testamento, siendo un tema nuclear en su construcción. En el Génesis lo vemos con el Diluvio, en Esaú y Jacob y en José. Siempre quedará un resto, Sh’r. Esta raíz indica lo que queda de un desastre, los que escapan a la destrucción, los supervivientes. También significa, como sucede con la lengua hebrea habitualmente, el exceso, lo que va más allá. ‘Resto’ es un término que pasa a ser teológico. Su uso por los profetas: Amós, Isaías, Miqueas, Sofonías o Jeremías, lega al redactor posexílico los elementos para construir una teología que explique la historia en función de Yahvé. Los desastres, naturales o por la mano del hombre, son medios que Dios usa para llevar a su pueblo hacia Él. Tras el desastre, un ‘resto’ queda, un resto que será capaz de reconstruir el pueblo según la voluntad de Dios. El pueblo que había pecado, se convierte a Dios.

Los capítuos 3 El resto después del desastre, y 4 El resto puede dar esperanza, hacen una análisis en espejo de tres momentos clave de la construcción de la teología del resto: el Diluvio, la destrucción del Reino del Norte (Amós) y la destrucción del Reino del Sur (Jeremías). En los tres casos hay un desastre, sea físico, como el Diluvio, o a manos de los enemigos. El pueblo llora su situación, sufre la pérdida, pues Dios no los ha protegido. Se da así una interpretación teológica: Dios ha castigado al pueblo por su pecado. El gran pecado que Dios no puede tolerar es la violencia, en caso del Diluvio, y la idolatría y las injusticias sociales en el de los dos reinos destruidos. Idolatría e infidelidad van unidas. Sin embargo, tras el desastre hay esperanza, pues Dios ha dejado un resto. Existe la esperanzad del nuevo comienzo, de una restauración. No es el fin. La comunidad vuelve, la comunidad sustituye los llantos por la alegría. Dios, Creador, es el Señor de la naturaleza, de la misma manera que puede destruir, puede reconstruir. Dios también es Señor de la historia. Por pura gracia, por su misericordia, el pueblo es renovado.

El último capítulo, El resto de la Iglesia. Desastre-Esperanza, es el más interesante, pues aplica el tema bíblico del resto a la Iglesia en el momento de la secularización, la pérdida de fieles y el desmonoramiento de una forma de ser Iglesia que se ha vivido durante mucho tiempo. El tema bíblico del ‘resto, “nos puede ayudar a comprender lo que sucede en la Iglesia, específicamente de en Occidente, donde disminuye o desaparece a tal punto que hablar de un resto parece justificado” (133). Por eso, siguiendo la línea del análisis del resto en la Biblia, cabría hablar de un desastre y una esperanza. El desastre está a la vista: la gran pérdida y disminución de los miembros de la Iglesia, tanto de los consagrados y ordenados como de los fieles mismos. La metáfora que utiliza Vogels es bella, dolorosa, pero apropiada. Como las mujeres que fueron el primer día de la semana a la tumba y la encontraron vacía, así hoy podemos ir el domingo, primer día de la semana, y encontrar las iglesias vacías. Como el pueblo hebreo tras los desastres, hay que llorar y lamentar la pérdida, pero, siguiendo con el símil, quizás no hay que buscar entre los muertos al que vive. Si las iglesias están vacías, habrá que buscar en otro lugar. Como los autores veterotestamentarios, debemos buscar las causas de la pérdida y hacer ahí teología. Unos se van de puntillas, otros se marchan dando un fuerte portazo, en todo caso, el problema está dentro de la Iglesia, no fuera. Es nuestro pecado el que causa la situación, hay que ser críticos.

Sin embargo, un resto queda, hay esperanza. Ahora bien, en realidad hay dos restos, esta es la genialidad de la obra. Uno, el de los que se quedan en la Iglesia; otro, los cristianos que, siguen siendo en su fuero interno cristianos, pero ya no hacen acto de presencia. Los dos restos, como en el exilio de Babilonia, son necesarios, el resto de los pocos que se quedaron y el de los pocos que fueron llevados al exilio. Al final, la reconstrucción vino de los que se fueron y que regresaron. Hoy, de la misma manera, no podemos saber cuál de los dos restos será el que reconstruya la Iglesia, pero deben poder existir, porque en esa variedad está el futuro de la Iglesia. El resto que queda dentro de la Iglesia “tiene el derecho de existir, pero no tiene el derecho de impedir a los otros construir nuevas fundaciones que crean que satisfacen las necesidades de su tiempo” (148), porque el futuro de la Iglesia es puro don de la misericordia de Dios.

Estamos ante un libro bellísimo que da esperanza en un tiempo difícil, iluminando la vida de la Iglesia de hoy con la luz de la Biblia, con la luz de las soluciones que a los creyentes de otros tiempos les permitió encontrar a Dios en su historia, en su vida, en los desastres y en las oscuridades. Un libro valiente, que no duda en sacar la riqueza atesorada en la historia del pueblo de Dios para dar esperanza a los fieles hoy. Un libro imprescindible para una teología a la escucha de la Palabra y de los signos de los tiempos.

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