Durante los siglos más negros del pontificado, siendo el
gobierno de la Sede romana una cuestión de monarquía electiva, la única manera
de desplazar de la cátedra de San Pedro a alguien era acortar el tiempo en el
que se reuniera el sucesor de Pedro con el Padre celestial. Por aquellos días,
las muertes repentinas formaban parte de la ‘política eclesial’. Hoy no se
utilizan métodos tan expeditivos, pero quienes han visto peligrar su poder y
privilegios desde que Francisco
fuera elegido como obispo de Roma, no dejan de urdir planes entre bambalinas
para intentar mover la silla de San Pedro mientras el Señor no tiene a bien
llamar al Papa a su presencia.
Esta última semana hemos asistido a uno de estos intentos
por parte de uno de los cardenales que dirigen la oposición a Francisco, una
oposición que ya no es ni oculta ni silenciada, sino que se pavonea
abiertamente sin perder ocasión para mostrar su escasa fuerza más allá de algunos
despachos purpurados o reservados de famosos restaurantes romanos. El Cardenal Sarah, parece que con la
inestimable ayuda del editor, anuncia un libro (Desde lo profundo de nuestros
corazones) escrito, dice, a cuatro manos con el Papa emérito Benedicto XVI, en el que se muestra una
feroz oposición a que el Papa Francisco abra la puerta a la ordenación
sacerdotal de varones casados, como ha solicitado el reciente sínodo de la
Amazonia. Según las noticias, en el libro se llega a afirmar que "hay un
vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato", como si
la separación entre el uno y el otro llevara a la pérdida de ambos. Esto, dicho
así ya nos hace sospechar que el Papa emérito no tiene nada que ver en este
libro, porque, como gran teólogo que ha sido y es, sabe con nitidez que el
celibato no se vincula al sacerdocio ministerial hasta San Agustín y no se exige definitivamente hasta Trento, siendo de
aplicación muy laxa hasta no hace tantos años.
Al final, parece que le han hecho rectificar al Cardenal
guineano y retirará la imagen y las referencias del anterior Papa. Ha sido un
intento a la desesperada por evitar que el Papa Francisco tome medidas que son
propias de la disciplina eclesiástica, tales como hacer opcional el celibato
entre los presbíteros u ordenar mujeres para el diaconado o, incluso, para el
sacerdocio ministerial. Recelan que si empezamos por el celibato luego esto no
tendrá fin y acabará, como debe ser, con el fin de los privilegios y prebendas
de una casta que se ha erigido en los mandarines de un orden privado donde
ellos y solo ellos disponen. La política eclesial 2.0, de intento de
eliminación del rival por medios no cruentos, no ha dado resultado, esta vez.
Lo seguirán intentando, pero ahora las cartas están sobre la mesa y basta un
golpe final para acabar con la partida. Quizás el Papa Francisco aproveche la
ocasión.
*Publicado en La Opinión de Murcia, domingo 19 de enero de 2020
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