En enero de 1942, la Alemania nazi tomó una decisión sobre la población judía que se conoce como la “Solución final”. Esta “solución” supuso la decisión del exterminio sistemático de toda la población judía que estuviera al alcance del Tercer Reich. Es muy difícil poder entender qué pasaba por la cabeza de los prebostes del régimen nazi para tomar tan bárbara decisión. Algunos argumentan atribuyendo causas patológicas, otros lo hacen desde una perspectiva materialista, pues la población judía era un recurso para trabajo forzado y fuente de riquezas que venían bien a la guerra de conquista nazi. Pero, sea cual sea la causa, lo que está claro es la barbarie que supuso tal decisión que no solo afectó a los que exterminó, sino que tuvo efectos duraderos en los que milagrosamente salvaron la vida.
El 7 de octubre de 2023, Hamas tomó una decisión (que casi podríamos
llamar “Solución final”) de atacar a los ciudadanos de Israel que encontrara y
secuestrar cuantos pudiera. Esta decisión bárbara fue tomada tras más de cincuenta
años de ocupación por parte del estado de Israel de la tierra que el pueblo
palestino posee desde hace siglos, una tierra que le es reconocida por la ONU y
cuyas resoluciones han sido sistemáticamente incumplidas por el estado de
Israel. Sin embargo, y aunque todo pueblo ocupado tiene derecho a la resistencia,
nada legitima a Hamas para asesinar a 1200 israelíes y secuestrar a más de 200.
Se trata de un acto terrorista que debe ser perseguido y enjuiciados sus
causantes, materiales o intelectuales.
El mismo 7 de octubre de 2023, el
estado de Israel también tomó su “Solución final” sobre el pueblo palestino. El
gobierno de Natanyahu decidió invadir la franja de Gaza, bombardear a su
población y expulsarlos del territorio que habitan desde hace siglos. No se
trata de una guerra contra el terrorismo, como aducen, puesto que el estado de
Israel no reconoce a Palestina como estado y la guerra solo se puede producir
entre estados, se trata de un acto de venganza sistemática para expulsar a los
palestinos que viven en Gaza con bombardeos sobre la población civil y las
infraestructuras que permiten la vida en el territorio: hospitales, escuelas,
centros de atención de ONGs, etc. En cuatro meses de bombardeos, el gobierno de
Netanyahu reconoce haber “eliminado” a 2000 “terroristas”, para ello ha tenido
que asesinar a 30.000 palestinos, la mitad niños, y dejar enterrados bajo los
escombros a otros tantos que será imposible sacar de allí.
La política del estado de Israel
sobre los palestinos está encaminada a no permitir la solución auspiciada por la
ONU: los dos estados, porque el estado de Israel se siente débil ante el empuje
de la población palestina. Si existiera un estado palestino, Israel debería
abandonar los asentamientos de colonos en Cisjordania y limitar su población a
su propio territorio reconocido por la ONU en su creación como estado. O, con
suerte, conseguir que se reconozcan los territorios conseguidos tras la guerra
de 1967.
La locura del gobierno Natanyahu con
esta invasión de Gaza está encaminada a conseguir tres objetivos: 1. Expulsar
de Gaza a los dos millones de habitantes para que se sumen a los cinco millones
de exiliados que ya viven en Jordania y así poder anexionarse el territorio. 2.
Justificar su política de colonización de Cisjordania para ir reduciendo
progresivamente el territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina. Y
3. Imponer, por la vía de hechos consumados, el estado de guerra constante a la
población israelí, que no apoya mayoritariamente estas decisiones, pero que se
verá forzada a sostenerlas si persiste el estado de guerra.
La lógica de la guerra se
autolegitima y solo crea más guerra. Las bombas sobre Gaza hoy siembran los
terroristas de mañana; los terroristas de mañana abonan la guerra de pasado
mañana. Solo la lógica de la paz puede llevarnos a la paz. Solo la paz es la verdadera
solución final a este y a todos los conflictos.
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