El principal problema de esta sociedad es que todo gira en torno a las preferencias de cada cual y no a las necesidades reales. El mismo origen etimológico de ambos términos nos aclara mucho. Mientras que necesidad significa "de lo que uno no puede apartarse (ne-ked-ti)", preferencia indica lo que es superfluo, lo que puede ser ofrecido por su feracidad, dos términos estos emparentados. Por tanto, lo necesario es lo que debe asegurarse a todo ser vivo, mientras que lo preferible puede ser negado a algunos o todos.
Sí, ya sé eso de que las necesidades son relativas y que no hay posibilidad de comparar las necesidades de un deportista de las de un oficinista o las de un bebé. Pero sí que hay posibilidad de establecer criterios objetivos más o menos elásticos que pongan freno al frenesí consumista que tiene su base en la cuestión de las preferencias. No se trata de que yo prefiera comer chuletas en lugar de lechugas, se trata de que necesito comer ambas cosas en una determinada medida. Mientras el problema está encerrado en la cuestión de las preferencias personales, no salimos de la trampa consumista. La cuestión hay que situarla en las necesidades reales objetivas, medidas estas con cierta elasticidad. Unos ejemplos pueden servir.
En nuestro país, un adulto medio necesita ingerir una media de 2.700 kcal., si se sobrepasa esta cantidad puede estar en riesgo su salud. Cómo obtenga estas calorias también tiene que estar sometido a unas medidas. Sabemos que es necesario una cierta proporción de carbohidratos, otra de proteínas y otra de grasas, amén de las vitaminas y minerales pertinentes. Lo que sí dependerá de las preferencias personales son los productos concretos en los que se conseguirá el aporte de nutrientes, pero he aquí que tampoco puede ser un criterio particular. La producción de alimentos está sujeta a un sistema mundial de producción y distribución por el que, mientras una quinta parte del planeta se excede en la ingesta, otra quinta parte no puede alimentarse y otra quinta parte más está subalimentada (Luis de Sebastián, Un planeta de gordos y hambrientos). Esto quiere decir que la elección de alimentos está sujeta a criterios políticos, no solo a preferencias personales. Cuando decido alimentarme con productos que impiden que otros lleguen al mínimo, me hago complice del sistema que lo provoca. Es el caso de la carne para hamburguesas. Se necesitan 7 Kcal. vegetales para producir 1 kcal. de ternera, ello implica que si se destinaran a la alimentación humana las calorías que engordan las vacas, la mitad de los hambrientos no pasarían hambre. Las preferencias también pueden ser inmorales.
Hemos de situar el problema en la satisfacción de necesidades bio-fisiológicas, psico-afectivas y sociales para que la vida en la Tierra, según Hans Jonas (El principio de responsabilidad), sea factible en el futuro. Está claro que necesitamos alimentarnos, no ingerir grandes cantidades de productos precocinados y ricos en grasas saturadas; es evidente que necesitamos transporte que nos permita la relación social y cultural, no un vehículo particular altamente contaminante; reconocemos la necesidad del ocio para el desarrollo armonioso humano, no el consumo compulsivo de aparatitos que llenan el tiempo no dedicado al negocio (en latín, neg-otium: no ocio). Necesitamos satisfacer las necesidades, no cumplir preferencias.
3 comentarios:
Seguramente nos han educado demasiado bien como para poder diferenciar entre lo que son verdaderas necesidades y lo que son meras veleidades nuestras. Habría que cambiar el chip de la gente para poder cambiar su vida y eso es muy complicado. Quizá cuando las ranas críen pelo.
Javi
Con un poco más de conciencia bastaría. No creo que nadie tenga necesidad de compararse unas zapatillas deportivas todos los meses, es cuestión de usar la cabeza que es lo que menos se usa.
"No te equivoques,necesitas comer. Quieres helado de chocolate"
Dios vuelve en un harley
Laura.
Publicar un comentario