Ha habido una noticia recientemente que da mucho que pensar. Una niña canaria, Patricia, sufre una extraña enfermedad (leucodistrofia) que en España no puede ser ni tratada ni diagnosticada. La única solución es ir a Francia donde se podría operar y tratar convenientemente. El problema, como siempre, es el dinero. La familia, como es natural, ha removido cielo y tierra para sacar la ayuda necesaria. La sorpresa saltó cuando en un programa de radio donde estaban exponiendo el caso, llamó un empresario para hacerse cargo de todos los gastos que genere el tratamiento y la estancia en el país vecino (sobre 700.000 euros). Al día siguiente este empresario, a preguntas del entrevistador, comentó: "yo voy a salvar a Patricia". Al indagar un poco más, sabemos que hace un año perdió un bebé de dos meses y que ahora quiere, por decirlo así, "salvar" aquella desgracia.
Me surgen dos reflexiones sobre este tema. La primera y más obvia para mí es la razón que impide que la Seguridad Social cubra esta enfermedad. Creo que el dinero no debe ser el criterio a utilizar y un sistema público debe ser para todos sin excepciones. Si para ello hay que subir los impuestos a quien sea, súbanse. Sólo hay que pensar que en España hay cerca de un millón de personas que disponen de más de un millón de euros. Exactamente esa gente posee el 50% de la riqueza nacional estimada en un billón de euros, no les pasaría nada si les detraemos un 1% de ese medio billón para sanidad. Ahora bien, lo que plantea más problemas es el hecho de que si no es porque ese empresario ha decidió poner su dinero (siempre injusto) en otro banco que según los Santos Padres da más crédito (la mano de los pobres es el banco de Dios), la niña quedaría resignada a un destino definitivo antes de lo que es normal para el resto de niños españoles. Se agradece la generosidad, pero una estructura política como es un país no puede estar a expensas de la generosidad de los ciudadanos.
Hay otra cuestión que es de más calado filosófico y teológico. ¿En qué medida se puede "salvar" a Patricia? Salvar es una palabra que tiene connotaciones muy profundas. Si se me permite hacer abstracción del caso concreto, nadie puede salvarse de la muerte, por tanto Patricia no podrá ser salvada. Sí podrá ser salvada de la enfermedad que sufre en este momento y ello nos provoca una alegría inmensa, pero el destino definitivo es la muerte y eso no lo puede evitar ni el dinero ni la buena voluntad ni el amor. Hubiera sido más correcto que este buen empresario declarara que salvaría a Patricia de la enfermedad, pero sus palabras destilaban el anhelo de plenitud que acompaña al hombre. No nos resignamos a nuestro destino y queremos que todo esto no sea el final; he ahí nuestra grandeza. Pero la verdadera salvación del ser humano está en la esperanza en un mundo nuevo donde reine la justicia y todas las patricias de este mundo puedan ser salvadas de su enfermedad; donde todos los niños coman tres veces al día; donde la explotación de los seres humanos deje paso al amor mutuo; donde, en fin, la naturaleza transfigurada se parezca a los cielos nuevos y la tierra nueva del Apocalipsis. Aunque ese mundo es hoy posible dado el desarrollo tecnológico, no se trata de hacer el mejor mundo posible, sino de hacer que este mundo sea un trasunto de lo que esperamos, como vemos en Mateo 25, 31 ss: "tuve hambre...; tuve sed...; estuve desnudo...; enfermo o en la cárcel..." Es el compromiso de cada cual con los hermanos lo que nos salvará a todos. No hay salvación individual si esta no llega a todos y a todo; hasta que Dios sea todo en todas las cosas (1 Cor 15, 28).
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