viernes, 11 de septiembre de 2009

Caro Vito

Con motivo de la aparición del libro de Vito Mancuso "El alma y su destino" realicé un nota crítica que en breve se publicará en Iglesia Viva, pero también envíe al autor un misiva de agradecimiento a la que éste, amablemente, ha contestado. He aquí el epistolario:

Caro Vito:

Me atrevo a dirigirme a ti con esta cercanía porque en la lectura de tu libro me he sentido como ante un hermano en la fe y en el quehacer teológico. Te agradezco el esfuerzo de honestidad que has realizado y la profunda reformulación de nuestra fe tan necesitada de ella. Bien sabemos los que nos llamamos cristianos que nos es imposible seguir así en la Iglesia; no podemos pensar una cosa y decir otra, sentir algo y no poderlo expresar, vivir de apariencias manteniendo una hipocresía dañina. Hay que tomarse en serio nuestra fe y vivirla como adultos en un mundo adulto y eso puede costar ciertas pérdidas, pero la alternativa es aún más grave porque corremos el riesgo de perder la propia fe. Me siento muy cerca de tus postulados, sobre todo del modo en que los expresas, sin acritud y con contundencia, pero me he reafirmado en mis posiciones más radicales en torno a la necesidad de una salvación universal y puntual de todo lo existente como una comunión eucarística grandiosa. Las imágenes que más me ayudan a vivir en este mundo de injusticia lacerante son las de los profetas, esos apasionados del espíritu que fueron capaces de dar un testimonio eterno. No creo en la inmortalidad porque para mí es sinónimo de inmoralidad: la inmortalidad nace como necesidad de las clases pudientes para intentar asegurar la rapiña de sus hermanos, por eso lo llamo inmor(t)alidad, fundiendo ambos términos. Sólo la muerte, como tú bien dices, nos asegura una vida adulta que asume sus errores y su destino. Sólo si todo tiene un final, la vida tiene un sentido y se asegura la libertad, pero si dividimos al hombre y hacemos sobrevivir a una parte llamándole inmortalidad, no salimos del dualismo, ni damos respuesta desde la ciencia, ni fundamos nuestra fe en el Reino de Justicia. Creo que debemos romper el platonismo dañino del cristianismo y la gnosis elitista que pretende la salvación de aquellos que puedan llegar a ella y no de todos los que aman la vida, el mundo y al hombre. Sólo salva el amor, el conocimiento nos libera de la ignorancia y nos puede encaminar hacia la salvación. Espero, querido hermano, que sigas ayudándome a reflexionar mi fe y que sigamos en el surco del compromiso existencial por un mundo de amor en una Iglesia comprometida con la comunión divina.


Fraternalmente.


Bernardo Pérez Andreo

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Grazie, caro Bernardo, speriamo un giorno di conoscerci!
Vito Mancuso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La salvación que Jesucristo nos trajo en su Cruz-Gloriosa, es universal y no tiene nada de elitista. " Ya no hay judíos ni griegos...". El contenido se adapta a la forma y dimensiones del recipiente. La Gloria de Salvación en cada cual: " A quien tiene se le dará...". Más capacidad, mas profundidad, más entrega, cuanto más vacíado el ego: " No yo, Cristo que vive en mí". Puede que el ateo no crea en D*os, pero D*os si cree en él. Cuando dejamos de lado el pequeño dios antropomórfico hecho a nuestra medida nos abrimos a la Inmensidad Infinita de la que desconocemos lo alto lo ancho lo largo. Dejemos a D*os ser D*os, en nosotros, en su creación. Nueva Inocencia.
Un cordial saludo.
Or

Martín Gelabert dijo...

Enhorabuena por la publicación de la recensión en una revista que llega a sitios importantes. Y una cosa sobre la inmortalidad. A veces yo digo que sí creo (acto de fe, porque para Aristóteles el alma era mortal) en la inmortalidad del alma (o sea, en un elemento de continuidad que hace que seamos el mismo yo humano en una posible vida futura), en lo que no creo es en la inmortalidad del alma separada.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Gracias, Martín. Me gusta tu precisión. Un alma separada, si es que eso no sería un absurdo, nos dejaría dentro del más craso dualismo. La inmortalidad debe ser dialógica (Ratzinger dixit) o no puede ser de ninguna manera cristiana. Estoy dispuesto a mantener la nomenclatura (alma) siempre que no se cuele de rondón la conceptualidad pseudognóstica que subyace al lenguaje anímico al uso.
Saludos

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