jueves, 17 de septiembre de 2009

Somos lo que comemos... los que tenemos

La peor de las crisis, con diferencia, a la que nos enfrentamos no es la económica, sino otra que está justo en la base de esta y que tiene que ver con las causas profundas que hemos dicho antes de la crisis en que vivimos. Se trata del problema de la alimentación. Sí, ya sé que nos sabemos los datos hasta la saciedad y que no necesitamos que nos restrieguen por las narices machaconamente las imágenes lacerantes de niños hambrientos mientras que aquí tiramos a la basura la comida que a aquellos les salvaría, por eso no lo voy a hacer. Pero sería bueno que nos preguntáramos qué pasa para que eso sea así, porque lo de las imágenes de las que se abusa está muy bien, pero lo que importa es la reflexión sobre, otra vez, las causas y los causantes. Las imágenes obscenas sólo buscan la arcada mental, el hastío existencial y la dejadez moral; pretenden, también ciertas ONGs, que nos sintamos culpables porque saben que la culpabilidad paraliza. No quieren, ni esas instituciones tan bien financiadas, ni los gobiernos, ni mucho menos las multinacionales, que podamos abrir los ojos y ver, entender y, si llega el caso, actuar sobre las causas reales.

Es cierto que hay una conexión entre el exceso o ausencia de alimento en unos lugares y otros, pero no lo es que tú o yo personalmente seamos culpables de ello, a lo sumo cómplices, pero en la mayoría de los casos, meros aprovechados del modelo. No, la verdadera razón de esta iniquidad reside en el modelo industrial y financiero de producción alimentario a nivel mundial. Es suficiente con ver las estadísticas de producción y consumo. En los países donde se consume de forma desaforada no es en los que se encuentran las materias primas sino las industrias procesadoras y las instituciones financieras. El resultado es que los que producen carecen de lo básico porque todo lo que se produce se exporta para conseguir divisas con las que saldar la deuda externa. De esta manera encontramos grandes extensiones de terrenos dedicados a la producción de aceite de palma, de soja, de algodón, de tabaco o de forraje para animales, mientras la población de esos lugares carece de la alimentación necesaria debido al cultivo exportable. Por otro lado nos encontramos que en los países desarrollados el consumo de carne ha llegado a 84 Kgrs. de media por persona y año, carne que ha sido producida por el forraje y la soja de aquellos otros países.

El problema central es que mientras aquellos no pueden vivir, nosotros acabaremos muriendo de esa forma de comer y producir. Recientemente se ha descubierto que los procesos industriales de los productos que contienen almidón generan en estos acrilamida, un potente cancerígeno demostrado en ratas y a falta de comprobar con humanos. Esos procesos industriales no pueden modificarse porque son los que permiten que los productos sean duraderos, sabrosos y de fácil comercialización. Lo que es muy curioso de este caso es que tras las pruebas de esto aportadas por la Swedish National Food Administration, especialmente sobre las patatas chips y los cereales del desayuno, la OMS, que tan rápido ha actuado respecto a la leve gripe A, ha recomendado que las familias no frían las patatas a más de 180º que es a la temperatura que producen acrilamida. Nada ha dicho sobre los procesos industriales que alcanzan temperaturas de 300º y producen 500 veces más acrilamida en una ración de patatas chips que la recomendada como dosis máxima diaria por la OMS. Como se ve hay dos varas de medir en la agencia encargada de la salud. Cuando se trata de multinacionales todo son precauciones, pero si esas mismas empresas necesitan justificar ventas de fármacos o vacunas todo son prisas.

Somos lo que comemos, para vivir y para morir, y esta sociedad llegará al ocaso precisamente por el modus vivendi que provoca una enorme merma de la salud, una considerable destrucción medioambiental y un insostenible sistema económico. A unos les mata la falta y a otros el exceso, pero a todos el mismo sistema de producción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Urge volver a la simplicidad. Elegir alimentos cuya producción sea sostenible con el medio ambiente, de precio justo,de salario justo a quien lo produce. eligiendo productos a ser posible sin procesar. Sin pesticidas, que respete el medio ambiente. La producción de alimentos ecologicos en España se exportan por falta de demanda. Son algo más caros, pero ayudan a mantener la salud, y no incrementar el gasto en la farmacia. Ya decía Hipócrates que tu alimento sea tu medicina. Hasta unos grandes almacenes ofertaban hoy preparados de propoleo y equinacea para fortalecer el sistema inmunologico. Podemos elegir qué alimentos llevar a casa. Tambien depende de una cierta sensibilidad espiritual. En monasterios de distintas tradiciones religiosas la comida es sencilla. Y mientras mil millones de hermanos padacen hambruna. Urge encontrar la solución. Mundo paradójico.

Martín Gelabert dijo...

El "modus vivendi" provoca falta de salud, dices. Cierto, de salud física y de salud espiritual. Mientras los ricos tenemos de sobra y con lo que sobra, sobraría para alimentar a los que pasan hambre, nuestra sobra nos insensibiliza y hace que nos durmamos y nos perdamos. A los pobres me parece que la falta también les insensibiliza, les quita fuerzas, les desanima. Hay ciertos niveles de pérdida de dignidad que hasta impiden darse cuenta de donde uno está. Todo muy triste.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...