miércoles, 23 de junio de 2010

El mal en estado puro

He comentado en varias ocasiones que una de las razones que me llevó al estudio de la teología fue intentar dar respuesta a la lacerante pregunta por el mal. Tendría yo unos 13 años cuando se produjeron las hambrunas africanas y las imágenes que entonces podíamos contemplar en televisión hirieron mi incipiente alma escrutadora de lo real. Por aquel entonces no había en mí nada que pudiera llamarse fe, ni tampoco ateísmo; vivía en una familia en la que las cuestiones religiosas quedaban al margen y solamente los actos sociales asociados a la religión eran vividos con una cierta indolencia. Pero en pocos años se despertó en mí un fuerte ateísmo amasado con ciertas lecturas y la imposibilidad de creer en un Dios bueno ante las imágenes brutales que nos llegaban casi a diario. Recuerdo muy bien los cuerpos famélicos, pero también los relatos de torturas en Latinoamérica y las masacres producidas en Asia. Junto a esto, el conocimiento de la existencia de estructuras globales que producían el mal, como la comisión Trilateral, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, apuntalaron mi radicalidad crítica y negadora. Tuvieron que pasar muchos años hasta llegar a una fe crítica y madura, y algunos más para que aquello pudiera expresarse de forma cabal y articulada. Los frutos de todo esto han sido los dos libros que hasta ahora he publicado, dos libros que tienen una causa y fuente común: mi necesidad de explicarme el mal en un mundo creado bueno. Sí, ese es el motor de todo mi pensamiento. Haga lo que haga y escriba lo que escriba, siempre escribo sobre el problema del mal. Como decía Jean Guitton, un autor sólo escribe una cosa en su vida; esta es "mi cosa": el problema del mal.
Han sido muchos los autores que se han enfrentado a este problema, al que algunos llaman misterio, pero los que sin duda han sobresalido en su exposición han sido los literatos. Son muchas las páginas que Dostoievski dedicó a esto en sus grandes obras, pero él sólo veía el mal como una expresión de la depravación del alma humana cuando ésta ha sido seducida y se ha inclinado hacia lo malo. También Tolstoi se enfrenta al problema y da una respuesta completamente diferente: es la falta de educación y disciplina la que nos lleva al mal. Estos dos autores rusos representan para mí las dos únicas posturas válidas en esta cuestión: de un lado el hombre es bueno pero se ve inclinado y seducido por el mal, por lo que sólo la oración y la ascesis pueden remediar el mal; por el otro, el hombre nace en estado de neutralidad axiológica y es la vida la que le puede llevar al mal, por ello debe ser la educación y la moral la que deben guiar al hombre para no caer en el mal. Por mi parte, asumo que el hombre no nace axiológicamente neutro, sino que su bondad es natural, como nos dice el primatólogo Frans de Waal; ahora bien, el entorno social, la cultura y la educación pueden hacer de la humanidad un infierno o un paraíso, de ahí la necesidad de una organización para el bien y no para el mal. Estoy convencido que el estado "natural" del hombre es de una bondad irrflexiva porque no hay más ventaja en el mal que en el bien, pero también creo que si las estructuras sociales no son las adecuadas, el hombre puede degenerar y caer en el peor de los males, el mal en estado puro.
George Bataille ha asociado su nombre en literatura con el del Mal. Sus reflexiones con ocasión de grandes autores que se enfrentan al problema del mal como Baudelaire, Sade, Kafka o Genet ocupan las mejores páginas literarias sobre el tema. En su obra "La literatura y el Mal", en la página 12 de la edición de Nortesur, nos dice que no podemos considerar como representativas del mal las acciones que tienen como finalidad un beneficio, un bien material. Sería el sadismo el único mal verdadero, nos dice, porque en él no se busca un beneficio sino el gozo con la destrucción de la víctima: "el mal puro es sólo si el asesino, dejando a un lado la ventaja material, goza con haber matado". Es decir, que el único mal, el mal en estado puro, el mal verdadero (nótese la contraditio in terminis) es aquel que goza consigo mismo, con su propia realización y no aquel que es realizado con una finalidad distinta. Hay aquí dos cuestiones muy interesantes que hay que subrayar. La primera es la sintonía entre un autor que nada tiene de creyente y la posición católica más genuina: el mal es el ensimismamiento del amor, el amor sui como aversión a Dios. El sádico, que es el único malo, queda encerrado en su propio amor y esto lo convierte en el mayor egoísta que sólo puede gozar dañando a los otros. Este amor depravado vendría a ser el correlato antitético del amor a Dios y a los demás como pura alteridad, como el salir de uno mismo. El mal no sería otra cosa que el Amor mal dirigido que acaba por destruirlo todo. De la misma manera que Dios creó por Amor y por Amor se entregó a los hombres, el solipsismo y la autoclausura generan el mal. No hay dos principios, uno del Bien y otra del Mal, sino que sólo existe el Amor, amor que se entrega, amor kenótico, y amor que se encierra sobre sí mismo.
La segunda cuestión que quiero subrayar y que es la que lleva el tema hacia mis posiciones, es que si el único mal verdadero es el que se ejerce libre de cualquier interés, entonces el mal no existe. No hay ningún mal que esté libre de interés sino que todos los males se ejercen para obtener algún beneficio, material o de cualquier otro tipo. Pongamos por caso las torturas realizadas en países en conflicto. Si las tropas estadounidenses torturan a los presos en Irak, no lo hacen por el gozo ante la contemplación del sufrimiento de la víctima, sino que lo hacen para infundir terror en la población y disuadirla. Es posible que los que se encargan de la tortura disfruten con su acción, pero en el fondo es una acción vicaria y su responsabilidad es limitada; podríamos decir que no es un mal en estado puro sino un mal subcontratado. Por tanto, si la única definición de Mal puro es la que da Bataille, hemos de concluir que ese Mal no existe.

10 comentarios:

Martín dijo...

Efectivamente, todas tus reflexiones tienen mucho que ver con el problema del mal. Una de las claves del mal, si te leo bien, es lo mal montada que está esta sociedad. Una sociedad hecha para provecho de pocos a costa de la pobreza de muchos. Hoy planteas una pregunta fundamental: ¿existe el mal en estado puro? ¿Lo que en teología se conoce como Satanás sería el mal en estado puro, el mal que se complace en el mal y el llamado pecado contra el Espíritu Santo -no contra Cristo, que tiene perdón- su correlato humano, el pecado de aquel que no quiere reconocer el bien por muy evidente que sea? En general yo pienso que hay que decir que el ser humano es malo, pero no es el Malo. Y como no es el Malo es también una víctima. Somos víctimas y culpables. Y por eso hay esperanza. A veces es bueno tomar distancia y hacer planteamientos "meta", que van más allá de lo inmediato. Gracias, como siempre, Bernardo.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Claro, Martín, el Mal en estado puro es lo que identificamos como Satanás, pero, como digo en el post, no existe, porque el Mal no es ser sino una forma de ser. El mal sería un subarriendo de intereses a veces poco confesables. Los literatos han intentado identificar el Mal porque se han sentido atraídos por cierta proclividad del alma humana por él, pero no veo ninguna razón para afirmar que tal cosa exista. Como decía Bataille, el único mal a tener en cuenta es el que se ejerce sin ningún tipo de interés y eso no se da. Casi estoy tentado en decir que gracias a Dios.
Muchas gracias, Martín, por tus apuntes a las entradas.

Desiderio dijo...

Se me agolpan varias ideas tras leer el post. Yo creo que sí que hay personas que disfrutan haciendo el mal por hacerlo, sin mayor interés que el disfrutar al ver sufrir al otro. Se me ocurre el ejemplo de determinados conflictos matrimoniales o familiares, en las que se hace maltrato psicológico simplemente por ver sufrir al otro. Creo que también hay ejemplos en otros ámbitos en los que se dan verdaderos sádicos.
Comparto la idea de que el hombre es por naturaleza bueno y que en él siempre hay una semilla de verdad. ¿No decía Santo Tomás que hasta en el mismo Satanás hay una semilla de bondad porque si no, no podría siquiera comprenderse a sí mismo? O a lo mejor, más que decir que el hombre es bueno por naturaleza —pues tengo mis dudas acerca de nuestro comportamiento si no se nos educara— es capaz de bondad (de manera análoga a cuando se dice capaz de Dios). Creo que en otro post hablabas de estructuras de pecado o su concepto opuesto, estructuras de bondad o algo así, no recuerdo bien. Estoy totalmente de acuerdo cuando afirmas la importancia de ese ámbito en el que nos enmarcamos al nacer: creo que es vital para que se desarrolle en nosotros esa bondad vivir en un ámbito que lo propicie. Se me ocurre la duda, a vuela pluma, de cómo compaginar esa bondad natural en el ser humano con el egoísmo y hasta a veces crueldad del que hacen gala no pocas veces los niños, sí que es verdad que en su inocencia, pero no por ello dejan a veces de tratar cruelmente a sus amigos. ¿Cómo evolucionarían los críos si no se les fuera corrigiendo este comportamiento?
En el post dices que del mal no se saca mayor provecho que del bien; yo creo que no es que no se saque mayor provecho, sino que del bien se saca mucho más que del mal, infinitamente más; tan sólo que aquellos que no lo han saboreado son incapaces de valorarlo en su justa medida.
Hace unos años leí un libro un poco antiguo que comentaba tres temas (el sufrimiento, la muerte y el tercero no me acuerdo, no sé si precisamente el de mal) bajo tres enfoques: las tragedias griegas, Shakespeare y Dostoievski si no recuerdo mal. Me pareció interesante y creo que viene bien al caso. Si te interesara puedo buscar la referencia.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Estimado Desiderio:
si me dieras la referencia de ese libro te lo agradecería, estos temas me son muy caros. Por otro lado, claro que la educación es importante, pero no para infundir algo que no existiese en la persona sino para sacarlo de ahí. Soy un poco socrático en esto. La maldad no puede ser aceptada por un creyente como base de la creación. Sí podríamos aceptar la neutralidad axiológica, pero entonces habría que imputar a Dios una especie de esquizofrenia: siendo bueno, hace algo que no lo es en esencia.
G

Bernardo Pérez Andreo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Desiderio dijo...

El libro en cuestión se titula "Sabiduría griega y paradoja cristiana", de Charles Moeller. Yo tengo una edición antigua de 1963 que adquirí en una librería de viejo, pero creo que Encuentro lo ha reeditado recientemente.
Espero que lo disfrutes tanto como yo. Un saludo.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

¡Hombre, Charles Möller! Cuánto he disfrutado con sus 6 volúmenes de "Literatutura del siglo XX y cristianismo". Espero conseguirlo porque es un escritor que me fascina.
Un cordial saludo

Desiderio dijo...

Tú también te los has leído. A mí también me han fascinado. Para mí son de esos libros que primero salvaría si se me incendiara la biblioteca. ¡Y lo que he aprendido con ellos! Por cierto, efectivamente ese tercer tema del que no me acordaba -lo he mirado- es el del mal. Ya me dices qué te ha parecido éste.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Va a ser lectura de este verano, Desiderio, y también caerán algunos post sobre él, así es que tendremos ocasión de hablar.

Un saludo

Anónimo dijo...

Todos tenemos ese potencial para el Mal, especialmente los atormentados que lo sacan de una manera mas facil, el dolor te acerca a lo malo o lo bueno, dependiendo como puedas manejarlo, sin embargo, es facl torcer el camino...

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