domingo, 30 de agosto de 2015

La historia se repite, como farsa trágica.

Es conocida la frase de Marx en su Dieciocho brumario de Luis Bonoparte, cuando afirma que la historia se repite, primero como tragedia y después como farsa. En España está a punto de suceder lo mismo. Cuando llegaron las elecciones que Zapatero ganó por segunda vez en 2008, toda su acción política y económica se sustentaba sobre la negación de la crisis que afectaba a Estados Unidos. Escondido tras su Champion League y 'tenemos uno de los mejores sistemas bancarios' la política fue negar lo evidente y tirar hacia delante. No se previó lo que podía venir, no se intentó embridar a los bancos, no se legisló para que fueran ellos quienes cargaran con las consecuencias de sus actos. Al contrario, negando lo que se venía encima se intentaba exorcizarlo. Pero, es imposible evitar las consecuencias de los actos. Llegado el momento, la economía colapsó y los fuegos de artificio de la especulación y la mentira dieron paso al sufrimiento extremo. Tres millones de españoles perdieron su puesto de trabajo y el Estado se puso a salvar al putrefacto sistema bancario. Mediante inyecciones de dinero, avales y otros trucos contables, el Estado se hizo cargo de la descomunal deuda bancaria que había servido para el festín especulativo en el que se habían hecho de oro una ínfima parte de la población española y los bancos alemanes, holandeses y franceses que la habían cebado

Cuando se aprobó el primer rescate bancario en 2009, se nacionalizó la deuda que los bancos españoles habían contraído con los inversores extranjeros. Esto supuso un enorme 'riesgo moral', como gustan decir lo economistas, pues quien presta un dinero debe asumir el riesgo de impago. Si sabe que otro lo asumirá, nada impide que vuelva a dar dinero sin ningún tipo de miramiento. Si la banca no asume las consecuencias de sus actos y el Estado sale a su rescate, siempre tomará decisiones imprudentes que sólo pueden tener malas consecuencias para todos. Tras aquel rescate vinieron otros, hasta el punto de que toda la economía nacional pende de la deuda privada. Hasta 2009 teníamos un grave problema de deuda privada, ahora es de deuda pública, es decir, deuda privada nacionalizada. Los que la produjeron han salido inmunes, el resto quedamos con el problema.


Pues bien, desde julio de este año se está fraguando la segunda gran recesión después de 2008. Se trata de una recesión brutal que puede tener consecuencias aún mayores que la anterior. China, la locomotora que tiró del carro de la economía mundial tras el batacazo de 2008, está dando síntomas de agotamiento. La burbuja inmobiliaria y bursátil ha pinchado y el gobierno chino está haciendo todo lo posible para que eso no afecte a la economía, pero no puede impedirlo. Ha gastado miles de millones para sostener las bolsas, ha devaluado el yuan un 5%, pero la economía china no puede seguir al ritmo que iba. Tanto las materias primas como los metales se están hundiendo en su cotización ante la perspectiva de una bajada de la demanda china, eso tiene efectos inmediatos. Se trata de un círculo vicioso de destrucción de oferta y destrucción de demanda que acaba en un sistema económico mucho más pobre

Tarde o temprano, esto afectará a la economía española. Nuestra economía se sustenta en el consumo interno, el turismo y las exportaciones. Las dos últimas dependen de cómo les va al resto de países, cuando estos pierdan fuerza, tanto la una como la otra bajarán, lo que llevará a detraer el consumo interno. Se trata de una cuestión lógica, acabará sucediendo. Pero, esta vez, será peor que en 2008. Entonces teníamos una deuda pública del 36% del PIB, hoy es del 100%. Cuando los mercados internacionales sufran al aversión al riesgo, tendremos que pagar mucho más por nuestra deuda. En ese momento será muy difícil sostener nuestra economía. La sombra de Grecia se cernirá sobre España. Sin embargo, Rajoy, como entonces Zapatero, niega que la crisis internacional vaya a afectar a España. Niega que en los próximos 18 meses nos veamos ante una situación mucho más complicada que la anterior. Y como la niega nada hace por evitarla. Al contrario, con la expectativa de unas elecciones a cuatro meses, presenta unos presupuestos del Estado hilarantes que sólo están pensados para pasar las elecciones, como otrora hizo Zapatero.
La historia, como bien nos enseñó Marx, se repite, esta vez como una farsa trágica. Aún así, la caída definitiva puede ser el momento propicio para que los españoles tomemos conciencia del momento crucial que vivimos y demos un giro de 180º a nuestro país, a su economía y a la política.

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