1933, incendio del Reichstag / 2011, destrucción de WTC |
(...Continúa)
Tras la caída de Roma y su
continuación en Bizancio hasta 1453, no tenemos propiamente un nuevo imperio.
Solo la pérdida del poder de Bizancio podrá abrir el camino a nuevos imperios.
Son los imperios modernos porque surgen en un nuevo tiempo. Mientras existió la
sociedad estamental se hizo imposible el nacimiento de una nueva realidad
imperial en Europa, pues la realidad imperial tiene su fundamento en un tipo de
burocracia funcionarial que sostiene la patrimonialización del Imperio. Cuando
surgen las ciudades y una nueva clase social en ellas es cuando puede nacer de
nuevo la realidad imperial en Europa. España, Holanda y Gran Bretaña serán los
jalones más representativos de este proceso. Estos imperios modernos, de forma
progresiva, se van a constituir mediante estructuras económicas capitalistas
que culminarán con el advenimiento de la Reforma como espíritu del capitalismo,
según la feliz expresión de Weber.
La realidad imperial moderna europea
será fragmentada en diversos imperios que pugnarán por la supremacía y que se
irán sucediendo a lo largo de los cinco siglos que median entre el nacimiento
de la modernidad y su transformación posmoderna. El culmen lo encontramos en el
Imperio estadounidense en el siglo XX, que recoge todos los elementos de los
imperios modernos y será el que dé asiento al Imperio Global Posmoderno actual.
Como cabeza de la nueva Bestia, EE.UU
representa todos los elementos de madurez de la modernidad[1]
que dan paso a la posmodernidad y permiten hablar de una nueva realidad
imperial, posmoderna y global. El primero de los elementos es el cultural. El
posmodernismo, en arquitectura primero y en arte en general, supone un proceso
de maduración crítica del modernismo, una cierta vuelta a la medida humana y un
giro hacia la naturaleza. Antes incluso que las dos guerras mundiales, el posmodernismo
ya avanzaba esta crítica que luego sería tematizada por el pensamiento crítico
de la Escuela de Frankfurt y por la posmodernidad filosófica de raigambre
francesa que se asienta en EE.UU como crítica literaria.
El segundo elemento de madurez será
el proceso de secularización débil que podemos ver en EE.UU. Como bien lo han
constatado Voas y Chaves (2016: 1548), el declive de la religión en Estados
Unidos es constante desde comienzos del siglo XX, aunque mucho más lento que en
el resto de países occidentales. Confirman Voas y Chaves un dato empírico
irrebatible: las nuevas generaciones, de forma paulatina y progresiva, se van
alejando de las prácticas religiosas. Esto vendría a rebatir la tesis del
excepcionalismo americano, por el cual en EE.UU se viviría un proceso de
desecularización. La diferencia, que podemos inferir, es que en EE.UU, por ser
la cabeza del nuevo Imperio, se hace necesaria una experiencia religiosa que dé
fundamento a la realidad imperial, de ahí que el proceso secularizador sea más
lento, danto lugar a la aparición de una religión de sustitución. Esta sería la
religión civil que tanta fuerza tiene en EE.UU y que tan bien ha estudiado
Sánchez Bayón (2016). La religión civil americana es el sustento de la nueva
realidad imperial, pero esta religión tiene las características propias de una religión
de legitimación del poder.
El tercer elemento de madurez lo
encontramos en la política. EE.UU es el país promotor de un tipo determinado de
democracia que presupone la superación de las divisiones de clase que están en
la base de la modernidad. Nosotros, el
pueblo, es la expresión de esta democracia donde el sujeto político está
constituido por una instancia no étnica ni cultural, sino nacional, en el sentido de todos los que han nacido sin estatus de
sangre, es decir, los que no son nobles. Al contrario de lo que manifiesta
Tocqueville en La democracia en América,
la construcción de la democracia se hizo por oposición al estatus de la nobleza
y como medio de asegurar el gobierno burgués, integrando en la ideología
democrática a las clases sociales subalternas que eran necesarias para vencer
al régimen británico. La madurez política estriba en que las diferencias de
clase son ocultadas por la estructura política. La configuración de dos
partidos mayoritarios y la elección por sistema mayoritario asegura a las
élites imperiales el control de la política, pero con un discurso democrático. Nosotros, el pueblo, es el nuevo SPQR.
La madurez efectiva de la modernidad
en EE.UU ha llevado al nacimiento de una posmodernidad global que impone las
destrucción de los procesos modernos de reconocimiento y liberación que nacen
de los tres pilares de la modernidad: Razón como instrumento de control de la
historia y de la vida de los hombres, Historia como progreso constante
meliorativo y el hombre como Sujeto de su vida y su futuro (Pérez Andreo 2011:
67-109). Estos pilares de la modernidad, utilizados para acabar con el régimen
medieval y el poder de la aristocracia, también podrían ser utilizados por las
clases populares como instrumentos para derrocar a la burguesía, de ahí su
desconstrucción progresiva en la posmodernidad. No podemos obviar la relación
con la economía. Por eso, hay un vínculo con el proceso neoliberal del
capitalismo, que pasamos a analizar.
(To be continued...)
[1] Cuando hablamos de madurez
no lo hacemos desde una perspectiva de cumplimiento o plenitud, sino antes bien
como la deriva inscrita en los procesos modernos, deriva que ha sido, en
general, negativa, pues ha permitido la construcción de una realidad imperial unitaria que la modernidad impedía por su
propia consistencia: nacida de la Europa medieval, la modernidad estaba grávida
de pluralismo y diversidad, mientras que la realidad imperial requiere un
cierre monolítico para asegurar el poder.
Pérez Andreo, Bernardo. 2011. Un mundo en quiebra. De la globalización a
otro mundo (im)posible. Madrid. Catarata.
Sánchez Bayón, Antonio. 2016. Religión civil estadounidense: auge de un pueblo
elegido y su crisis actual. Madrid.
Sindéresis.
Voas, David and Mark Chaves. 2016. «Is the
United States a Counterexample to the Secularization Thesis?», American Journal of Sociology, 121, nº
5: 1517-1556.
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